viernes, 8 de junio de 2012

Las partes malas, de Pablo "Roy" Leguísamo y Nahuel Silva

Después de haber integrado el jurado que premió esta novela gráfica (guión de Pablo Roy Leguísamo y arte de Nahuel "Nahus" Silva) tuve la oportunidad de releerla gracias a la edición de Montevideo Comics, que incluye además un prólogo de Silvio Galizzi Flores y un epílogo de Matías Castro y Marcelo Sánchez. Mi primera sensación fue un reencuentro con una obra que en su momento había estimado como la más lograda de las presentadas, pero después -y tras otra relectura: desde ya voy señalando que Las partes malas no sólo tolera sino que de hecho requiere más de una lectura- sentí que comenzaba a apreciarla de verdad, en una dimensión más completa, por así decirlo, y la que había considerado una obra correcta e interesante pasó a convertirse en una novela gráfica ante todo emocionante, creada con una honestidad desgarradora y con una valentía a toda prueba. Una de las últimas páginas del libro aclara "basado en una historia real", lo cual valía asumir como signo de una intención testimonial a cargo del guionista; sin embargo, en la presentación celebrada en Montevideo Comics, Roy señaló -tras ser interpelado al respecto por Silvio Galizzi, el presidente del jurado- que su novela gráfica se trata de una obra autobiográfica. Es inevitable que ese dato nos lleve a volver sobre la obra, que saber que la historia sobre la que Roy trabajó no era otra que la suya propia nos resignifique la novela. De hecho, la atribución autobiográfica (por decirlo de alguna manera, ya que en ningún momento del libro -sea desde su texto o sus paratextos- se estipula que el protagonista sea el autor real, elemento esencial para atribuir la condición de "autobiografía" a un texto) nos permite sentir una inmediatez mucho mayor con respecto a los hechos narrados. Es interesante, de todas formas, que la opción de Roy haya sido no declarar explícitamente en el texto o en sus paratextos que la "historia real" a la que alude es la suya, la de su vida. Las lecturas hechas desde el conocimiento de que sí lo es quedan de alguna manera "contaminadas" (para bien, me gustaría añadir), mientras que las que parten únicamente del "basado en hechos reales" seguramente coloquen la ficción "a secas" (es decir dejando de lado la idea de que todo lo escrito -o representado en viñetas- pueda ser leído o pensado como ficción, lo sea declaradamente o no) en el corazón de su relación con el libro.
En cualquier caso, aclarados esos caminos que hicieron a mi lectura, está claro que cualquiera sea la opción por la que se llegue al texto, el guión de Las partes malas es un logro narrativo. Su no-linealidad estricta (hay viñetas y secuencias -como la del protagonista sentado con su abuelo a sus espaldas en un sillón- que escapan de la continuidad cronológica) le aporta una dimensión de complejidad para nada artificial (y relativamente rara en el ambiente historietístico local contemporáneo), ya que el relacionamiento entre los flashbacks y el presente de la narración (cuyo desenlace rico en resonancias y connotaciones es uno de los mejores finales que he leído últimamente) se da de un modo fluido y natural, potenciado en la versión original (no en la publicada, lamentablemente) por el uso de dos colores de tinta, uno para el presente y otro para las sucesivas estaciones en el pasado. Ese "viaje" por el pasado, de hecho, funciona perfectamente en armonía con el otro viaje, más literal (pero no por ello menos denso en connotaciones), que lleva a cabo el protagonista. Es un gran acierto de Roy, por ejemplo, el poner en escena en ese viaje "real" una situación de tensión entre una madre y su hijo, tema que gobierna a los flashbacks.
La figura de la madre en Las partes malas es terrible, y el arte de Nahus (Nahuel Silva) se vuelve extremadamente funcional con la historia narrada, hasta el punto que en algunas viñetas -páginas 9, 25 y 26- hay algo de demoníaco en la representación. Es tentador leer esta novela de Roy como una indagación sobre la maternidad o las relaciones materno-filiales; se vuelve especialmente interesante entonces, en esa línea de lectura, que el único momento en que vemos realmente humanizada a la madre del protagonista es cuando sufre por la enfermedad y la muerte de su propia madre (pags16 y 17). En cualquier caso, las relaciones entre familiares del sexo masculino parecen bañadas con otra luz: por ejemplo la secuencia con el abuelo del protagonista, aunque las viñetas en torno a su muerten sean un tanto ambiguas al respecto. En el caso del padre, que aparece como una figura ante todo ausente, al lector le puede resultar más fácil empatizar con su padecimiento, pese a que -por lo que sabemos en la novela- abandona a su hijo y a su hija. La demonización de la madre es tan grande (en la primera secuencia de la obra está pegándole encarnizadamente a su hijo) que cuando el padre le dice "andate a la reputísima madre que te parió, hija de siete mil putas" -después de que se le eche en cara su infidelidad en nombre de los hijos (cuando en toda la novela jamás vemos a la madre ofrecer a sus hijos un verdadero gesto de cariño)- es difícil no ponerse, de alguna manera (para luego cuestionarnos ese sentimiento, por supuesto, y ese pliegue emocional es un gran acierto del guión), del lado del que se va. Una figura masculina negativa es, claramente, la de la nueva pareja de la madre, que agrede al protagonista ante la impasibilidad de la mujer.
Es interesante leer Las partes malas, entonces, como una deconstrucción o desarticulación de uno de los conceptos más familiares de la cultura occidental: el amor de madre. Y, dejando de lado lo autobiográfico, no es fácil atreverse a hacer algo así -y mucho menos lograrlo sin sentimentalismos edulcorados o facilismos.
Unas palabras más sobre el arte de Nahus. Está claro que Roy no podría haber encontrado un dibujante más adecuado para su novela. La relación entre arte y trama es tan adecuada aquí como lo es en Acto de guerra (Santullo&Bergara) o en Ranitas (Peruzzo), por traer a colación dos ejemplos locales que dialogan -en tanto contemporáneos y de alguna manera colaboradores a la hora de apuntalar un "campo", una comunidad de lectores y un "mercado"- con el trabajo de Roy y Nahus. Las viñetas especialmente acertadas no son escasas: dejando de lado las visiones terribles de la madre me gustaría destacar la última imagen del libro, no sólo por su dinamismo sino, de hecho especialmente, por la lograda expresión del personaje, especialmente a la hora de ser puesta en relación con la segunda viñeta de la página anterior. La secuencia de la ducha forzada a la madre alcoholizada está, también, entre lo mejor del libro, especialmente en la última viñeta de la página 29.
Las partes malas es una gran confirmación del talento narrativo de Roy (quien además presentó su novela gráfica Vientre en Montevideo Comics y es autor de una novela de ciencia ficción juvenil que espero leer pronto) y una entrada por la puerta grande a la historieta de Nahus (que también ilustró con gran belleza una de las historias en GAS3K #3, con guión de MaGnUs -se puede leer aquí mi reseña de esa publicación), a quien correspondería, si lo hubiera, una suerte de "premio revelación"; además, leída ahora como trabajo de corte autobiográfico, viene a sumarse al excelente Ranitas (Nicolás Peruzzo) para ampliar ese territorio (hasta ahora no tan poblado) de la nueva historieta nacional, en el que la provincia dominante, por ahora, parece ser la historieta histórica.

Publicada originalmente en Partículas Rasantes el jueves 24 de mayo de 2012

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