Después de haber integrado el jurado que premió esta novela gráfica
(guión de Pablo Roy Leguísamo y arte de Nahuel "Nahus" Silva) tuve la
oportunidad de releerla gracias a la edición de Montevideo Comics, que
incluye además un prólogo de Silvio Galizzi Flores y un epílogo de
Matías Castro y Marcelo Sánchez. Mi primera sensación fue un reencuentro
con una obra que en su momento había estimado como la más lograda de
las presentadas, pero después -y tras otra relectura: desde ya voy
señalando que Las partes malas no sólo tolera sino que de hecho
requiere más de una lectura- sentí que comenzaba a apreciarla de verdad,
en una dimensión más completa, por así decirlo, y la que había
considerado una obra correcta e interesante pasó a convertirse en una
novela gráfica ante todo emocionante, creada con una honestidad
desgarradora y con una valentía a toda prueba. Una de las últimas
páginas del libro aclara "basado en una historia real", lo cual valía
asumir como signo de una intención testimonial a cargo del guionista;
sin embargo, en la presentación celebrada en Montevideo Comics, Roy
señaló -tras ser interpelado al respecto por Silvio Galizzi, el
presidente del jurado- que su novela gráfica se trata de una obra
autobiográfica. Es inevitable que ese dato nos lleve a volver sobre la
obra, que saber que la historia sobre la que Roy trabajó no era otra que
la suya propia nos resignifique la novela. De hecho, la atribución
autobiográfica (por decirlo de alguna manera, ya que en ningún momento
del libro -sea desde su texto o sus paratextos- se estipula que el
protagonista sea el autor real, elemento esencial para atribuir la
condición de "autobiografía" a un texto) nos permite sentir una
inmediatez mucho mayor con respecto a los hechos narrados. Es
interesante, de todas formas, que la opción de Roy haya sido no declarar explícitamente en el texto o en sus paratextos
que la "historia real" a la que alude es la suya, la de su vida. Las
lecturas hechas desde el conocimiento de que sí lo es quedan de alguna
manera "contaminadas" (para bien, me gustaría añadir), mientras que las
que parten únicamente del "basado en hechos reales" seguramente coloquen
la ficción "a secas" (es decir dejando de lado la idea de que todo lo
escrito -o representado en viñetas- pueda ser leído o pensado como
ficción, lo sea declaradamente o no) en el corazón de su relación con el
libro.
En cualquier caso, aclarados esos caminos que hicieron a mi lectura,
está claro que cualquiera sea la opción por la que se llegue al texto,
el guión de Las partes malas es un logro narrativo. Su
no-linealidad estricta (hay viñetas y secuencias -como la del
protagonista sentado con su abuelo a sus espaldas en un sillón- que
escapan de la continuidad cronológica) le aporta una dimensión de
complejidad para nada artificial (y relativamente rara en el ambiente
historietístico local contemporáneo), ya que el relacionamiento entre
los flashbacks y el presente de la narración (cuyo desenlace rico en
resonancias y connotaciones es uno de los mejores finales que he leído
últimamente) se da de un modo fluido y natural, potenciado en la versión
original (no en la publicada, lamentablemente) por el uso de dos
colores de tinta, uno para el presente y otro para las sucesivas
estaciones en el pasado. Ese "viaje" por el pasado, de hecho, funciona
perfectamente en armonía con el otro viaje, más literal (pero no por
ello menos denso en connotaciones), que lleva a cabo el protagonista. Es
un gran acierto de Roy, por ejemplo, el poner en escena en ese viaje
"real" una situación de tensión entre una madre y su hijo, tema que
gobierna a los flashbacks.
La figura de la madre en Las partes malas es terrible, y el arte
de Nahus (Nahuel Silva) se vuelve extremadamente funcional con la
historia narrada, hasta el punto que en algunas viñetas -páginas 9, 25 y
26- hay algo de demoníaco en la representación. Es tentador leer esta
novela de Roy como una indagación sobre la maternidad o las relaciones
materno-filiales; se vuelve especialmente interesante entonces, en esa
línea de lectura, que el único momento en que vemos realmente humanizada
a la madre del protagonista es cuando sufre por la enfermedad y la
muerte de su propia madre (pags16 y 17). En cualquier caso, las
relaciones entre familiares del sexo masculino parecen bañadas con otra
luz: por ejemplo la secuencia con el abuelo del protagonista, aunque las
viñetas en torno a su muerten sean un tanto ambiguas al respecto. En el
caso del padre, que aparece como una figura ante todo ausente, al
lector le puede resultar más fácil empatizar con su padecimiento, pese a
que -por lo que sabemos en la novela- abandona a su hijo y a su hija.
La demonización de la madre es tan grande (en la primera secuencia de la
obra está pegándole encarnizadamente a su hijo) que cuando el padre le
dice "andate a la reputísima madre que te parió, hija de siete mil
putas" -después de que se le eche en cara su infidelidad en nombre de
los hijos (cuando en toda la novela jamás vemos a la madre ofrecer a sus
hijos un verdadero gesto de cariño)- es difícil no ponerse, de alguna
manera (para luego cuestionarnos ese sentimiento, por supuesto, y ese
pliegue emocional es un gran acierto del guión), del lado del que se va.
Una figura masculina negativa es, claramente, la de la nueva pareja de
la madre, que agrede al protagonista ante la impasibilidad de la mujer.
Es interesante leer Las partes malas, entonces, como una
deconstrucción o desarticulación de uno de los conceptos más familiares
de la cultura occidental: el amor de madre. Y, dejando de lado lo
autobiográfico, no es fácil atreverse a hacer algo así -y mucho menos
lograrlo sin sentimentalismos edulcorados o facilismos.
Unas palabras más sobre el arte de Nahus. Está claro que Roy no podría
haber encontrado un dibujante más adecuado para su novela. La relación
entre arte y trama es tan adecuada aquí como lo es en Acto de guerra (Santullo&Bergara) o en Ranitas (Peruzzo),
por traer a colación dos ejemplos locales que dialogan -en tanto
contemporáneos y de alguna manera colaboradores a la hora de apuntalar
un "campo", una comunidad de lectores y un "mercado"- con el trabajo de
Roy y Nahus. Las viñetas especialmente acertadas no son escasas: dejando
de lado las visiones terribles de la madre me gustaría destacar la
última imagen del libro, no sólo por su dinamismo sino, de hecho
especialmente, por la lograda expresión del personaje, especialmente a
la hora de ser puesta en relación con la segunda viñeta de la página
anterior. La secuencia de la ducha forzada a la madre alcoholizada está,
también, entre lo mejor del libro, especialmente en la última viñeta de
la página 29.
Las partes malas es una gran confirmación del talento narrativo de Roy (quien además presentó su novela gráfica Vientre
en Montevideo Comics y es autor de una novela de ciencia ficción
juvenil que espero leer pronto) y una entrada por la puerta grande a la
historieta de Nahus (que también ilustró con gran belleza una de las
historias en GAS3K #3, con guión de MaGnUs -se puede leer aquí
mi reseña de esa publicación), a quien correspondería, si lo hubiera,
una suerte de "premio revelación"; además, leída ahora como trabajo de
corte autobiográfico, viene a sumarse al excelente Ranitas
(Nicolás Peruzzo) para ampliar ese territorio (hasta ahora no tan
poblado) de la nueva historieta nacional, en el que la provincia
dominante, por ahora, parece ser la historieta histórica.
Publicada originalmente en Partículas Rasantes el jueves 24 de mayo de 2012
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