¡Deje de afligirse! (relatos de Ciudad Fructuoxia), escrito por Nicolás Peruzzo e ilustrado por Pablo Gradin, al igual que la saga de Freedom Knights (Roy&Bea), puede leerse como una ucronía light. Ucronía, evidentemente, porque ambas producciones (de hecho no sólo ¡Deje de afligirse!
sino todos los libros publicados de la serie sobre Ciudad Fructuoxia)
introducen una versión alternativa de la historia de Uruguay: los
trabajos de Peruzzo se instalan (según leemos en sucesivos textos
parahistorietísticos incorporados a los libros de la serie) en una línea
de tiempo en la que los países integrandes del Mercosur atraviesan una
bonanza económica (se habla con excelente ironía de sus "magníficos
líderes políticos") a comienzos de la década del 90 hasta el punto que
una ciudad ("Fructuoxia") es fundada en las proximidades de la triple
frontera entre Brasil, Uruguay y Argentina. En el caso de Freedom Knights, el
punto de inflexión que separa la historia representada en la ficción de
la "real" se remonta a 1960, cuando Brasil cede a Uruguay los
territorios de las Misiones Orientales, a lo que sucede la fundación de
la "Ciudad Luz" entre los antiguos departamentos de Tacuarembó y
Durazno, fusionados en una nueva unidad administrativa en esta línea
temporal.
Ahora bien, el apelativo de light (sin connotaciones negativas,
aclaro) aludiría a que las narrativas propuestas hacen poco o mínimo
énfasis en detallar desde la ficción historietística los pormenores de
esa historia alternativa, en el sentido de que las tramas no
necesariamente dependen -en un sentido narrativo (conceptual,
causal, etc)- del escenario ucrónico y, por tanto, no apuntan a lo
histórico del modo en que, por ejemplo, sí lo hacen algunas ucronías de
corte clásico como Pavana, El sindicato de policía Yiddish o La máquina diferencial
. Se podría discutir esta atribución de las ficciones de Peruzzo y
Roy&Bea a una categoría de "ucronía difusa o light" apelando a que
ambas (así sea desde los elementos parahistorietísticos) se detienen a
explorar la presencia (o la lectura historiográfica de una presencia
removida) de las poblaciones originarias en sus historias alternativas
(la apelación a Rivera en "Ciudad Fructuoxia" es clara, así como también encontramos en Freedom Knights volumen II que
"se cambió el nombre del antiguo departamento de Rivera por
Sal-si-puedes, recordando así el terrible exterminio del pueblo
charrúa") lo cual asume indudablemente una inquietud de corte histórico.
En cualquier caso, considerar las razones por las que ambos comics
trabajan ese lugar recurrente (esa marca, podría decirse) de la sociedad
y la cultura uruguayas contemporáneas abriría un debate interesante,
que debería trabajarse a la luz del "auge" del comic histórico
(no-ucrónico, "oficial", digamos: Cardal, Bandas Orientales, Acto de Guerra, incluso Valizas en cierto modo) en el presente de la historieta uruguaya.
En el caso de la lectura que estoy disponiendo aquí de ¡Deje de afligirse! me
resulta especialmente interesante el hecho de que desde esta ficción de
corte ucrónico se trabajen fenómenos muy cercanos a nuestro presente
"real" como la proliferación de "iglesias" cristianas de tipo
carismático y "milagrero" generalmente impotadas de Brasil, el peso
creciente de los cultos afrobrasileños y cierta posible mutación o
desarrollo de la imagen de Brasil y sus pueblos en la cultura uruguaya
(es decir: la puesta a la luz de cierta construcción -desde cierta clase
social o grupo cultural- de una imagen de Brasil diferente a la
sostenida por los diversos grupos o tribus de entusiastas
barsilerófilos, aunque entiendo que estoy empleando un término más o
menos inventado por mí sin detallarlo demasiado). Desde esa perspectiva,
el guión de ¡Deje de afligirse! mantiene el interés de corte sociocultural presente en todas las entregas previas de la serie Relatos de Ciudad Fructuoxia.
Peruzzo se maneja con soltura moviendo -siempre con un excelente
sentido del humor- estereotipos y representaciones de grupos culturales,
hilvanándolos en una historia sencilla pero bien llevada.
Es interesante también la evidente consciencia de la estructura clásica
de una trama de ficción que exhibe Peruzzo. Las vueltas de tuerca, los
momentos de tensión y sos soluciones, los "alivios humorísticos", la
apelación a los lugares comunes del género de superhéroes y la
estilización humorística de los personajes están todos dispuestos de una
manera extremadamente efectiva que apunta a los aciertos indudables del
guión de ¡Deje de afligirse! En otras palabras: se trata de una
historia muy bien llevada, extremadamente graciosa por momentos, que
presenta no pocos intereses desde el punto de vista de una reflexión
cultural. La construcción de los "poderes" de un personaje a través de
la representación de ciertos rituales afrobrasileños, por ejemplo, puede
leerse como una afirmación de corte meta-historietístico (sobre cómo
escenificar personajes con poderes en un contexto evidentemente
uruguayo, ucrónico o no) y también como una apelación a un "otro" de la
cultura uruguaya (es decir: trabajando desde asumir que los cultos
afrobrasileños son un "otro" para nuestra cultura, pero un "otro" que se
acerca, que intersecta y que difunde en nuestra cultura, de hecho) que
permite el exotismo necesario para habilitar lo maravilloso o la
fantasía (en el sentido de "superpoderes no explicados científicamente",
es decir no tanto como ciencia ficción sino como fantasía). En
cualquier caso, es innegable el interés desde el punto de vista de los
estudios culturales que posee este trabajo (y en general todos los que
lo preceden, incluyendo el autobiográfico Ranitas) de Nicolás Peruzzo.
El talón de Aquiles de esta publicación es la parte gráfica. El arte de
Pablo Gradin es en general torpe; tiende a lo inseguro y a las
resoluciones pobres (la viñeta en la que el protagonista Duck Vikka
apunta con su arma al predicador pseudobrasileño y le dice "contáselo a
San Pedriño porque te voy a dejar hecho un baurú", por ejemplo),
especialmente en cuanto a los detalles y a los personajes fuera de los
primeros planos de la representación. Esto no quiere decir que este
nivel insatisfactorio se extienda a la totalidad de su trabajo: algunas
viñetas, quizá las menos pero algunas en fin, ofrecen una composición
interesante y dinámica, que, por desgracia, no se convirtió en la tónica
del trabajo gráfico para esta historieta. Es cierto que las entregas
previas de Relatos de Ciudad Fructuoxia (con arte a cargo de
Peruzzo) no brillaban especialmente por el nivel de la ilustración; en
cualquier caso se podía sentir que el arte era funcional con el muy buen
guión, que esta última dimensión de la historieta era la que pasaba a
convertirse en el punto fuerte de la propuesta. Sin embargo, en Ranitas (también
con arte y guión de Peruzzo) las ilustraciones brillan con luz propia,
quizá aludiendo a cierta evolución de su autor en tanto dibujante que
ahora se conoce más a sí mismo, que es más consciente de sus
limitaciones y desde ellas -y hacia más allá de ellas- desarrolla un
estilo propio y efectivo. Esa estado es, precisamente, lo que Gradin aun
no ha encontrado. Creo sinceramente que tiene potencial para alcanzarlo
-las mejores viñetas de ¡Deje de afligirse!, bien miradas,
pueden ser evidencia de ello-, pero hay todavía un gran trecho a
recorrer. La asociación con Peruzzo (en tanto creador sólido e
interesante de guiones) acaso sea un buen vehículo para que Pablo Gradin
progrese en su arte; para la solidez desde el punto de vista gráfico de
la serie Relatos de Ciudad Fructuoxia, sin embargo, ¡Deje de afligirse! (que
funciona a la altura de sus precedentes -o quizá más arriba aún- desde
el punto de vista del guión) no llega a ser, lamentablemente, un paso
adelante.
Publicada en Partículas Rasantes el 25 de mayo de 2012
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