lunes, 11 de junio de 2012

Cardal, de Bentancor & Ginevra

La Batalla del Cardal (o del Cordón) se libró el 20 de enero de 1807 entre las fuerzas británicas (en su segunda invasión al Río de la Plata) y los defensores de la ciudad de Montevideo, y culminó con la victoria de los invasores. Cardal, novela gráfica con guión de Martín Bentancor (El despenador, La redacción, Procesión, Las otras caras del verano, Aquel viejo tango), arte de Dante Ginevra (El asco, Entreactos, El muertero Zabaletta, Los dueños de la tierra, Bob Marley: no reggae no cry) y prólogo del editor Rodolfo Santullo (Dengue, Valizas, Cena con amigos, Los últimos días del Graf Spee, Acto de guerra, Perro come perro, Sobres papel manila, Cementerio norte, Las otras caras del verano, Aquel viejo tango), narra la historia de esa derrota del ejército de la banda oriental y de la población civil que tomó las armas para defender su ciudad.
En su prólogo, Santullo destaca que esta novela gráfica es la primera incursión en el territorio de la historieta de Martín Bentancor, y añade "pero nadie lo diría". Hay  mucho de verdad en esa afirmación: el guión de Cardal es sobrio y tenso, y desarrolla su narrativa con madurez y competencia. Es cierto que no hay intención alguna de tensar (o mucho menos violentar) las pautas más clásicas o estándar de la narrativa gráfica; por el contrario, se trata ante todo de tramar una narración con economía de medios y sin pretender alarde alguno de virtuosismo narrativo. Esto puede hacer parecer, entonces, que hay algo de apuesta segura en el ejercicio de Bentancor, en el sentido de no haber incurrido en riesgos innecesarios. En una obra más larga o ambiciosa eso quizá habría redundado en una nota negativa o más generadora de desinterés al apuntar a una actitud ante todo conservadora: aquí, sin embargo, en las ágiles 70 páginas de la novela, se siente, por el contrario, que la historia de la batalla ha sido contada con eficiencia y seguridad, que, para decirlo con una imagen simple, Bentancor dio con la fórmula exacta para su preparado. Y en ese sentido tiene razón Santullo: el de Cardal es un guión maduro, que no denuncia a un autor primerizo sino que nos presenta a Bentancor como un lector (y creador) atento y lúcido de narrativa gráfica, narrativa histórica y narrativa a secas, capaz de acometer una tarea con oficio e inspiración.
Por supuesto que el arte de Dante Ginevra colabora mucho a la hora de elevar a Cardal al pedestal de las tres o cuatro mejores novelas gráficas publicadas en Uruguay en los últimos años (sin haber leído Dengue, el reciente estreno de la dupla Santullo/Bergara, arriesgaría mi canon personal bajo los siguientes nombres: Ranitas, de Nicolás Peruzzo, Valizas, de Santullo/Marcos Vergara, Acto de guerra, de Santullo/Bergara y, ahora, Cardal, dejando en un lugar aparte pero no menor Aloha, la obra de corte más experimental publicada el año pasado por Maco -y lo experimental aquí me hace dudar si calificar a este libro de "novela gráfica"); visceral, terriblemente expresivo y virtuoso en el uso de la mancha y en la expresividad casi minimalista en los rostros y cuerpos de los personajes. Las viñetas en que se toma el leit motiv gráfico de los cardos, por ejemplo, son una muestra fascinante del buen hacer de Ginevra, así como también ciertos momentos de la batalla, en la cuarta sección del libro.
Bentancor acertó especialmente en la estructura que dio a la novela; en la primera sección entramos a la acción a través de dos personajes marginales y hasta cierto punto antiheroicos (especialmente el más oscuro de los dos, que lleva el nombre -terrible- de "Almamala" y a lo largo de la narración dice poco más que "puede ser, puede ser") presos por robo de caballos, que son convocados a acompañar -en tanto buenos jinetes y conocedores de la zona del cardal, en las afueras de la vieja Montevideo- a dos soldados en una misión de reconocimiento. Uno de los soldados, en busca del espejismo de la gloria (lo cual claramente establece una primera oposición entre esa actitud y la de los ladrones, en particular Almamala), ataca casi sin pensar a los ingleses y paga semejante acción temeraria con su vida, la de su compañero y la de Morales, el otro convicto. Almamala escapa y regresa a Montevideo para anunciar la llegada de los ingleses; no volvemos a verlo hasta el final de la segunda parte, cuando se pierde entre las sombras (otro gran ejemplo de simbiosis entre el guión y el arte, en particular el alto contraste del trabajo de Dante Ginevra), y reaparece al final de la cuarta y última sección. La tercera parte sigue a un chico, adecuadamente llamado Lázaro, a quien se le ordena permanecer en una propiedad vigilándola pero opta por desobedecer y lanzarse a la batalla. Aquí se vuelve especialmente interesante como se mueven en Cardal distintas aproximaciones a lo que podríamos llamar el "hecho heroico" o el llamado del "deber" hacia la patria: tenemos a los soldados que intentan aprovechar una oportunidad mal entendida y pagan con su vida, al niño que siente que no puede perderse la ocasión de probar su hombría en una batalla, al médico que arriesga su vida para cuidar a los heridos, al burgués respetado y adinerado que "ordena" a sus sirvientes un desempeño valeroso, etc.
Las narrativas de las primeras tres secciones son claras, lineales; en la cuarta, la de la batalla, la acción parece estancarse en el caos de la batalla; el trabajo de manchas de Ginevra pasa al frente y pasea al lector por los horrores del conflicto (en este sentido es especialmente brillante el trabajo en la página 61); en los últimos momentos del enfrentamiento, al borde de la derrota oriental, la trama parece encauzarse de nuevo, ahora en la historia de Lázaro, que, en las últimas páginas, se unirá a la de Almamala, cerrando la novela a la perfección.
Cardal es otro acierto para sumar al catálogo de Grupo Belerofonte; leído desde la línea de historietas históricas  (las entregas sucesivas de Bandas orientales, Historiatas, Acto de guerra, Los últimos días del Graf Spee, La isla elefante) es un buen ejemplo del nivel alcanzado por esa provincia del territorio historietístico uruguayo, que ya ha logrado consolidarse en obras de excelente factura y competencia. Leído desde la narrativa (gráfica o estrictamente verbal) de Bentancor es una confirmación del interés del autor por la relación entre historia y ficción (visible por ejemplo en El despenador) y, además, por la creación de tramas sólidas y llevadas con buen pulso y economía de medios. Por otro lado, desde la "historia a secas", Cardal es un buen ejemplo de lo que Santullo, en su prólogo a Los últimos días del Graf Spee, llamó "fidelidad a la historieta": la estilización de los "verdaderos" hechos del Cardal funciona perfectamente dentro de los límites de una novela gráfica con la extensión de la que nos proponen Ginevra y Bentancor; de hecho, la apuesta del guionista por no aportar elementos parahistorietísticos al estilo de Alejandro Rodríguez Juele en La isla elefante (o de Alan Moore en Watchmen y La liga de caballeros extraordinarios, para poner dos ejemplos consabidos) refuerza su visión de una narrativa gráfica e histórica sobria y minimalista. Todas estas coordenadas colocan a Cadal, para concluir, entre los mejores relatos gráficos aparecidos desde fines de la década del 2000 y lo que podríamos llamar el "renacimiento de la historieta uruguaya".

Publicada en Partículas Rasantes el 23 de mayo de 2012

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