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domingo, 11 de diciembre de 2016

Greatest hits, Maco & Roy



Duo dinámico



Hay algo en la colaboración entre la dibujante María Concepción “Maco” Algorta y el guionista Pablo “Roy” Leguísamo que parece interesante a priori. Entre los antecedentes de Maco aparece Aloha (2011), un libro que brillaba, además de por la calidad de su dibujo, en el trabajo sobre la narrativa secuencial, la organización de las viñetas en la página y los recursos metahistorietísticos; un libro singular ante todo, al menos para el contexto de la historieta uruguaya más reciente. En el caso de Roy, su evolución en los últimos años es clara y contundente y lo coloca entre los dos o tres guionistas más interesantes de la escena local, en gran medida por su atención a las estructuras narrativas, su aplicación al detalle histórico y su amplitud de registros. Así, donde en Maco es visible cierto impulso digamos “experimental” (o al menos desafiante en cuanto a las pautas más lineales de lectura), en Roy aparece más bien un buen hacer de corte algo conservador o disciplinado. La combinación de sus talentos, parecería entonces, debería o bien estallar en un libro fallido u ofrecer un trabajo de gran calidad.
 
Por suerte el reciente compilado Maco & Roy Greatest Hits es una evidencia a favor de la última posibilidad, pero no sólo eso: está además la sorpresa de que esa relación entre la dibujante y el guionista puede configurarse de varias maneras y ofrecer un panorama sorprendentemente diverso de relatos gráficos.
Entre los cinco trabajos compilados acaso el mejor sea la historieta creada a propósito para la edición del libro, el único relato previamente inédito. Se trata de “Alicia entre viñetas”, una adaptación/reescritura/apropiación de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, resuelta con inteligencia, sensibilidad, humor y no pocos aciertos especiales. El planteo, por otra parte, es sencillo: una historietista debe adaptar Alicia a las viñetas y, ante la inminencia de la hora de entrega del trabajo, toma unas pastillitas para facilitar/estimular/apurar la creación. A partir de allí la aventura de Alicia es reconstruida en el contexto del efecto de sea cual sea la sustancia ingerida, con la oruga convertida en un hippie veterano y disperso prendido a su bong y la Reina de Corazones devenida una drag-queen, además de un par de momentos especialmente brillantes en los que esa faceta experimental ya mencionada de la dibujante adquiere un primer plano y vemos a la protagonista percibir el mundo que la rodea como un boceto a lápiz atravesado por líneas de perspectiva y luchar contra la compartimentación a la que la someten las viñetas en la página.
 
Otro gran momento del libro es la historieta “Serendipity”, publicada originalmente en la revista Lento, donde la forma de las viñetas y la división de la página se convierte en un elemento esencial. Hay también momentos metanarrativos especialmente graciosos, como el diálogo entre unos Maco y Roy ficcionales a modo de epílogo de “El castillo interior – Moradas segundas”, una adaptación del texto de Santa Teresa de Jesús que, si bien bellísima desde el punto de vista gráfico, no está a la altura –en cuanto a inteligencia de apropiación o adaptación– de “Alicia entre viñetas”. 
 
Todo compilado tiene sus momentos menos interesantes, y quizá el de este libro sea la brevísima “Entre silencios”, que, por otro lado, es la única de las historietas ofrecida en colores, y colores particularmente bien elegidos por cierto. 
 
Cierra el compilado otra adaptación ya publicada, la de La señora Cornelia, una de las Novelas ejemplares de Cervantes. Si bien en algunos momentos cabe preguntarse si valía la pena incorporar los más o menos consabidos juegos de Maco con la división de la página en viñetas y la secuencia narrativa (es, de hecho, el único caso en que parece aplicable el término consabidos: para todos los demás los recursos de Maco parecen frescos y oportunos), la historieta se sostiene perfectamente desde el excelente guión de Roy.
Fue sin duda una buena idea compilar estas historietas. Reunidas en un libro se complementan, se apuntalan y, especialmente, estrechan todavía más la relación creativa entre su dibujante y su guionista.
Relación que, esperemos, nos depare más sorpresas en el futuro.

Publicada en La Diaria el 10 de octubre de 2016

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Tupamaros: la fuga/1971, Roy & Lauri Fernández



Excavando en la historia
 
 

El hecho es harto conocido: el 6 de septiembre de 1971 lograron fugarse 111 tupamaros recluidos en el Penal de Punta Carretas. Lo hicieron a través de un túnel y sin hacer un solo disparo, en la que fue una de las fugas más grandes de la historia, bautizada El Abuso. 
 
La anécdota ocupa un lugar destacado en la cultura popular uruguaya, junto a la visita del Che a nuestro país en 1961 o al arribo a la bahía de Montevideo del acorazado alemán Graf Spee en 1939. Los lectores atentos a la historieta uruguaya más reciente sin duda detectarán por qué he mencionado ambos acontecimientos: el segundo fue llevado a la historieta en 2008 por Rodolfo Santullo y Matías Bergara y el primero por Pablo “Roy” Leguisamo y Marcos Vergara en 2013, y ahora le ha llegado el turno al gran escape.
 
Tupamaros: la fuga/1971 cuenta con guión del ya mencionado Pablo “Roy” Leguisamo y arte de Lauri Fernández; el dúo ya había ofrecido la mitad de la excelente novela gráfica Vientre y también la ficción distópica de Regulación 0.75 – La dádiva (lo que parece sugerir una predilección especial del guionista por los títulos alfanuméricos) y encuentra en este nuevo aporte un buen momento: algunas de las páginas de Tupamaros la fuga están sin duda entre lo mejor que han producido juntos y, de hecho, entre lo más interesante visualmente que se ha publicado en los últimos años en Uruguay. Podrían proponerse como ejemplos la mitad inferior de la página 47, las páginas 36 y 37 y las excelentes 32 y 33, aunque, en rigor, el nivel gráfico de la obra es parejo y alto: el fuerte de Lauri Fernández es sin duda la expresividad de sus trazos, a la que se suma en este libro un bellísimo uso del color. 
 
El guión de Roy funciona correctamente, y es cierto que contar una historia tan conocida y de la que cualquiera sabe el final no es fácil; pero en ese sentido es que aparecen quizá no fallas sino elecciones curiosas, significativas, del guionista, que si bien dan personalidad al libro también podrían ser objeto de alguna forma de crítica. No cabe duda de que el relato en general fluye bien y que hay aciertos en los diálogos y la presentación de algunos personajes, pero parece evidente también que no hay una verdadera tensión dramática o narrativa, quizá porque no se la buscó. De hecho, la relación de Roy con la anécdota a contar parece por momentos esquemática: lo mejor de su propuesta está en la página desplegable que esquematiza el túnel y la fuga, y eso comporta una manera brillante de salir adelante con el problema de cómo narrar el pasaje por un túnel subterráneo pero, a la vez, parece ceder o resignarse ante la idea de presentar el acontecimiento como un esquema en el pizarrón de una clase de Historia. Pero tengo para mí que la elección fue la correcta, que era más fácil fallar si se buscaban otras alternativas y, como su historial de publicaciones y guiones lo señala, hay en Roy más bien un espíritu de jugar por lo seguro, una aspiración a concretar ocasiones de publicación y crecimiento para su editorial. Afortunadamente, su manera de hacer una apuesta segura –en esto sin duda interviene el talento de su dibujante– es satisfactoria en sí misma.
 
En cierto modo, Tupamaros la fuga / 1971 no termina de salir de esa suerte de esquema o exposición en clave histórica; hay más de Historia, es decir, que de narrativa, pero dada la elección del tema eso pudo ser una buena idea. Cargar los elementos digamos novelísticos con más diálogos de Mujica y Huidobro, más personajes ficticios dispuestos para la conveniencia de la trama y más intrigas accesorias sin duda habría debilitado la propuesta; Roy parece haber decidido llevar la narrativa a su mínimo indispensable, y el apéndice (“notas históricas”), que vuelve a contar completo el relato con diferente atención a los detalles, es una muestra clara de que había más que decir de lo que fue contado en viñetas. No parece desatinado leer la inclusión de este apéndice (así como también el recurso de la página desplegable) como una reflexión sobre la Historia en la historieta, sobre el alcance, si se quiere, de la historieta en relación a la Historia; el tema podrá parecer trivial a algunos lectores, pero no lo es, en lo más mínimo, para el comic uruguayo reciente. La estrategia de ofrecer una novela gráfica que toque elementos tan vivos en la cultura popular uruguaya para obtener un fondo concursable (cuya formulación, por supuesto, condiciona cierto interés por lo histórico) y financiar así un libro que después alimentará las arcas de la editorial y propiciará nuevos proyectos, en una movida que sin duda pone primero al proyecto editorial que a las realizaciones particulares (sin que haya necesariamente un desmedro en la calidad de estas, por cierto), ha propulsado la historieta uruguaya reciente y permitido el crecimiento de editoriales que luego pueden permitirse prescindir de ese modo de gestión. En este contexto, la manera en que es trabajada y presentada la Historia (la atención a posibles polémicas, la opción de autor, la presentación de investigaciones exhaustivas  que de alguna manera respaldan lo viable del proyecto y lo contagian de un aura de seriedad, las licencias tomadas por el guionista, la atención a la fidelidad histórica por parte del dibujante, los recursos narrativos, la apuesta o no a una comunicación aceitada y poco demandante con el lector, etc), y más aún la Historia reciente, es sin duda relevante. Y Tupamaros: la fuga / 1971 se vuelve un buen ejemplo de cómo resolver ciertos problemas y salir adelante a la hora de presentar un producto satisfactorio en todos los sentidos.

Publicada en La Diaria el lunes 8 de agosto de 2016

martes, 12 de mayo de 2015

Delicias en vueltas, Roy & Makuc



Historias en capas



Delicias en vueltas, con guión de Pablo “Roy” Leguísamo e ilustraciones de Lucía “Lucy” Makuc, es la segunda entrega de la serie Historia de las tradiciones, que viera su primer libro en De leche… dulce, publicado hace ya  unos años. En ambos la propuesta está clara: en un formato orientado a los niños se ofrecen relatos sobre la génesis de elementos que cabe pensar como cercanos al corazón de la identidad nacional.  Así, si la primera entrega proponía una historia posible del dulce de leche, este segundo libro hace lo propio con las empanadas.
 
En una primera lectura está claro que Delicias en vueltas da en el blanco en cuanto a su propósito básico. La trama está construida con suficiencia, la intriga atrapa al lector y los hermosos dibujos (y colores) de Makuc son una verdadera delicia de expresividad e imaginación (son especialmente fascinantes las viñetas de las páginas 13, 17 y 18 y la última de la 28). 
 
A la vez, el guión logra establecer otros niveles de lectura, no tan inmediatos, que pueden pensarse ante todo como una declaración de corte no-hay-que-subestimar-a-los-niños (en oposición a tanta literatura infantil que parece asumir que sus pequeños lectores se conforman con cualquier tontería) pero también como el gesto de incorporar guiños o elementos que llaman a la reflexión y la relectura, incluso para lectores adultos.
Se trata de un libro, entonces, que, por repetir aquel chiste de Homero Simpson (en el capítulo “A star is burns”, número 18 de la sexta temporada), “funciona a varios niveles”.
 
Para empezar, el guión construye precisamente dos claros niveles del relato. Está primero la historia de una niña que viaja desde Europa hasta las colonias del Río de la Plata; en algún momento de su larga travesía conoce a un niño esclavo (que viaja en condiciones espantosas) y, tras empatizar con su sufrimiento, le lleva comida bajo la forma de empanadas. Al brindárselas le cuenta una historia, y ahí aparece lo que podríamos pensar como el segundo nivel del relato, o sea una historia-dentro-de-la-historia. Se nos cuenta, entonces, como una niña cuenta una historia.
 
Si el primer relato, entonces, es deliberadamente realista, histórico incluso (se lo pude leer también como un intento de sensibilizar a los jóvenes lectores en relación a la lamentable historia de la esclavitud en el Río de la Plata), el segundo, contado por la niña, es ante todo fantástico. La historia de las empanadas, entonces, es ofrecida como una fantasía: una “genia” (el djinn de la tradición árabe aparece acá como una mujer poderosa) le entrega las empanadas a un muchacho que debe atravesar el desierto para después ganar la mano de una princesa.
 
Parte del buen trabajo de Roy en este guión aparece en las evidentes correspondencias entre las dos historias. En ambas hay un viaje largo y potencialmente peligroso (el camino del barco hacia las colonias y el desierto que debe ser atravesado) y en ambas las empanadas aparecen como el sustento que hace posible la travesía. A la vez, en las dos historias las empanadas son ofrecidas al protagonista (es decir el niño esclavo y el muchacho que busca la mano de la princesa) por un personaje que se encuentra en algo así como un “nivel” superior, sea porque pertenece a una extracción social privilegiada (la niña) o porque su existencia trasciende lo humano (como la genia). A la vez, estos dos personajes que ofrecen un don son mujeres, mientras que quien lo recibe y sobrevive son hombres, lo cual permite una lectura centrada en el empoderamiento del sexo femenino.
 
Otro nivel, además, podría ser el de los procedimientos de corte intertextual, que aparecen ante todo como alusiones a Las mil y una noches, primero en virtud de la ambientación “árabe” de la historia que cuenta la niña y, después, dada la apelación a una historia que, como la de Scheherezade, es interrumpida y retomada a la noche siguiente, proceso que genera, en virtud de un evidente “peligro” que sale al paso, una fuerte tensión narrativa.
 
Que Roy haya logrado concentrar con evidente fluidez estas capas de sentido en una historia tan breve es, sin duda, un logro sumamente atendible. El libro, de hecho, jamás se siente artificioso o caprichoso y –sumándole las recetas y la información histórica extra del útil apéndice parahistorietístico– acierta en todos sus objetivos. Queda esperar, entonces, la tercera y última entrega de la serie, que, según anunció la editorial, narrará la historia del mate en clave enteramente fantástica.

 Publicada en La Diaria el 12 de mayo de 2015

jueves, 28 de agosto de 2014

Los pasajeros perdidos, Zgabros; Regulación 0.75 - La dádiva, Roy & Lauri Fernández



Explorando mundos


La más nueva historieta uruguaya no abunda especialmente en trabajos de ciencia ficción y fantasía. Habría que nombrar, en todo caso, a Dengue, de Rodolfo Santullo y Matías Bergara, que apuesta por una ciencia ficción más bien estilizada, ambientada en un futuro muy cercano y derivada en un relato más bien de corte policial, y a Grimorio del plata, con guión de Martín “MaGnUs” Pérez y arte de varios dibujantes, que retoma elementos de la fantasía oscura y el terror sobrenatural y los presenta en un contexto narrativo localista. 
 
Sin embargo, en la última entrega de historietas (las presentadas en torno a la convención Montevideo Comics) aparecieron dos libros que llamaron la atención por su calidad y su manera de acercarse a los géneros arriba mencionados. Así, Regulación 0.75 – La dádiva, de Pablo “Roy” Leguisamo (guión) y Lauri Fernández (arte) remite a la ciencia ficción distópica mientras que Los pasajeros perdidos, de Zgabros (Gabriel Ciccariello) se instala cómodamente en el ámbito de la fantasía con un toque de ciencia ficción, o, acaso, en ese lugar intermedio entre esos géneros que tanto y tan bien trabajara en su momento Roger Zelazny (Tú el inmortal, Una rosa para el Eclesiastés, El señor de la luz, Criaturas de luz y tinieblas).

Pasajeros en trance
Ciccariello no es para nada un recién llegado a la escena historietística. Fue uno de los fundadores de la editorial Grupo Belerofonte, hace más de diez años, en la que se desempeñó como diseñador además de aportar un excelente relato de fantasmas para el libro Monstruo. También publicó en revistas como Freedonia, Freeway, la vieja Quimera y, más recientemente, en las antologías Verano y Otoño, de la Asociación Uruguaya de Creadores de Historieta (AUCH). De hecho, su aporte a Verano, “La cantera” es sin duda uno de los mejores relatos gráficos publicados en Uruguay en los últimos cinco años.
 
En Los pasajeros encontramos un mundo fantástico creado con gran economía de medios a la vez que haciendo gala de una notoria amplitud de referencias. Propone una aventura de un grupo de investigadores especializados en “casas embrujadas, mundos paralelos y portales al infierno”, quienes, al inspeccionar una mansión ubicada en una isla (en una laguna habitada por monstruos marinos y rodeada por bosques donde viven gigantes), acceden a un mundo en peligro de extinción. El dibujo de Ciccariello aquí parece aproximarse a un mínimo de trazos y a un máximo de expresividad; a la vez, la dinámica de la narración y la solución de buena parte de sus viñetas (ejemplos: las páginas 26, 31, 41, 56 y 66) es sencillamente brillante, por no señalar que todas las viñetas en que vemos la laguna y el bosque por la noche (páginas 9-15 y 65-69) son increíblemente sugerentes.

Un mundo feliz
Pablo “Roy” Leguisamo, por su parte, viene consolidándose como uno de los guionistas más interesantes de la nueva historieta uruguaya, y definitivamente uno de los más prolíficos. El de Regulación probablemente no sea su mejor guión hasta la fecha, pero el libro llama la atención a primera vista por el excelente trabajo de la dibujante Lauri Fernández, con quien Roy ya había compartido autoría en la excelente novela gráfica Vientre
 
La narración, en cualquier caso, es en general prolija, con algunos aciertos a tener en cuenta, por ejemplo la división en cuatro líneas del relato entre las páginas 33 y 43. La anécdota ofrecida apunta hacia una distopía en un futuro relativamente cercano y, si bien no aporta tratamiento o ideas sorprendentes para la tradición narrativa en la que se inscribe o para lo complejo del tema, definitivamente redunda en un mundo bien explorado. Hay ecos del cuento “The pre-persons”, de Philip Dick, en el que se lleva a un extremo la lógica de los partidarios al aborto (y ya en su momento el gesto de Dick, que todavía hoy va a contramano de cierto pensamiento progresista, ofendió a escritoras de ciencia ficción vinculadas a varios feminismos, entre ellas Joanna Russ y Ursula K. LeGuin) y se propone un mundo en el que el aborto es legal hasta los tres años. En el caso de la ficción de Roy esta idea va claramente vinculada al tema del control de natalidad en un mundo superpoblado y con escasez de recursos. En el mundo planteado por Roy el derecho a procrear puede ser comprado y vendido, con un máximo de dos hijos por pareja, escenario cuya transgresión activa la trama. Roy, entonces, escribe una distopía de corte humanista, bradburiana digamos, con un final un poco más amargo de lo que cabría esperar en esas coordenadas pero en modo alguno forzado.
 
Regulación fue publicada originalmente por entregas en el blog colectivo Marche un cuadrito; su aparición en forma de libro viene de la mano del colectivo editorial Mojito, integrado por las editoriales uruguayas Dragoncomics (en la que Roy es editor y fundador), Estuario y Grupo Belerofonte, además de la argentina Loco Rabia. También a Mojito se debe la edición de Los pasajeros perdidos, aunque en su caso la publicación fue derivada del Primer Premio Nacional de historieta, del que participan además la fundación Lolita Rubial y el Museo del Humor y la Historieta Julio E. Suarez “Peloduro”, de la ciudad de Minas.

Experimentos profesionales
Es interesante leer las actas del jurado y el prólogo del libro, en el que se explicitan las virtudes encontradas en la propuesta de Ciccariello. El jurado, integrado por Roy, Rodolfo Santullo, Marcos Vergara, Alejandro Farías y Beatriz Leibner, destacó lo “profesional” de la obra y su “idea bien llevada”, además de referirse al dibujo como “experimental, poético y original”. Lo que interesa acá, entonces, es la manera en que esos elementos son presentados como virtudes y como esa presentación habla de la línea estética preferida en el contexto de edición de historietas uruguayas actual (en el que Mojito, claramente, reúne a las dos propuestas editoriales más viables). 
 
Reconocer que la “idea bien llevada” sea una virtud parece trivial, pero no lo es en modo alguno el énfasis (se repite el término en las actas y en el prólogo) en lo de “profesional”. Desde las editoriales más importantes de la escena historietística uruguaya contemporánea, entonces, se privilegia lo “profesional” en una obra, eso mismo que desde otras áreas, entre ellas el lado levreriano de la narrativa más reciente, va asociado a cierta idea del escritor inauténtico. Quizá esas ideas –levrerianas en el sentido de que Mario Levrero las hizo explícitas en varios momentos de su obra y que fueron claramente heredadas o repetidas por buena parte (no la totalidad, aclaremos) de sus seguidores inmediatos– sí aparecían con más claridad en la generación inmediatamente anterior a la de Santullo, Ciccariello y Roy (por nombrar a los implicados en este libro, jurados y creador), más dada al gesto under y contracultural. El cambio desde ese modo de pensar y formatear la escena historietística local (así como la relación del creador con su medio y con los lugares de poder de ese medio) hasta el visible en estas últimas publicaciones y editoriales es interesante en sí mismo y un eje posible de una historia del comic uruguayo de los últimos veinte años.
 
Es llamativo también el término “experimental”, con el que este reseñista se permite disentir. Los pasajeros perdidos es más el tipo de obra que reúne modos de expresión diversos y provenientes de varias tradiciones y los canaliza en una propuesta limpiamente definida, tratándolos como elementos ya consagrados por el uso, como elementos de un lenguaje, que una obra “experimental”. Este último término parecería implicar, entonces, un componente mayor de riesgo, de fallo potencial, de negación deliberada y violenta, si se quiere, de ciertas tradiciones consagradas o canónicas. 
 
Quizá un rótulo preferible sería “diferente”. Los pasajeros perdidos, entonces (el más valioso de los libros reseñados acá y seguramente entre los mejores del año), puede cómodamente ser presentado como una obra “diferente” en el contexto de la historieta uruguaya, y en esa diferencia –que habla bien de las editoriales que la proponen, incluso cuando los programas estéticos de sus fundadores y editores vaya por otros caminos– hay muy bienvenida pauta de variedad, de riqueza. 

Publicada en La Diaria el 28 de agosto de 2014