
Una lectura de
Neonomicon (Alan
Moore, 2010) puede partir de pensar este relato gráfico como una manera
de contradecir la afirmación de Michel Houellebecq en relación a que
cualquier historia que se pretenda continuadora de los mitos de Cthulhu e
incorpore a la vez sexo más o menos explícito está condenada al fracaso
(las itálicas son mías):
...y si en su obra [Lovecraft] se niega a
hacer la menor alusión de índole sexual, es, sobre todo, porque intuye
que tales alusiones no caben en su universo estético. En
cualquier caso, los acontecimientos le dieron ampliamente la razón en
este punto. Algunos intentaron introducir elementos eróticos en la trama
de una historia en clave lovecraftiana. Fue un fracaso absoluto. Las
tentativas de Colin Wilson, en concreto, son catastróficas: tenemos la
constante impresión de que el autor añade elementos excitantes para
ganarse a unos cuantos lectores más (H.P.Lovecraft, contra el mundo, contra la vida, p.49-50).
Ciertamente llama la atención que en una "historia en clave lovecraftiana" veamos (y digo
veamos
porque se trata de narrativa gráfica) a un grupo de cultistas de Dagon
practicando fellatios a y dejándose sodomizar por una criatura al estilo
"La sombra sobre Innsmouth"; sin embargo, la estrategia de Alan Moore
(en una página de
Neonomicon un personaje dice que "todo
Lovecraft es sobre sexo") consiste en dar una o dos vueltas de tuerca al
evidente conflicto entre sexo y Lovecraft. Para empezar, la afirmación
de Houellebecq es especialmente válida para adaptaciones; una película
basada en "La llamada de Cthulhu", por ejemplo, que incluyera una orgía
entre los marineros sonaría artificial, falsa y ante todo ridícula, y lo
mismo valdría para una posible adaptación a la historieta (como la que
están haciendo Rodolfo Santullo y Alejandro Rodríguez Juele sobre "En
las Montañas de la Locura" para el blog
Marche un cuadrito); sin embargo, no es eso lo que propone Alan Moore: lo suyo ni siquiera es una
continuación
de los mitos, en el sentido de ubicar una historia en el año 2000,
digamos, del universo lovecraftiano, con el antecedente narrativo de la
historia narrada en "El horror de Dunwich" o en "Los sueños en la casa
de la bruja", sino más bien una recreación o reescritura, ya que, para
empezar, la narración de Moore está ubicada en un mundo que, como el
nuestro, incluye a H.P.Lovecraft en tanto escritor y a sus creaciones en
tanto ficciones. El procedimiento, evidentemente, es afirmar que
"Lovecraft adivinó algo de la Verdad" (como si se dijera, por ejemplo,
que Tolkien accedió a cierta información sobre el pasado remoto de la
humanidad y otros pueblos que habitaron la Tierra y con ello escribió
El señor de los anillos) y presentar a sus creaciones como reflejos más o menos certeros de "algo" que
existe realmente. Claro que Moore es siempre más sútil que una fórmula como la que acabo de presentar: en
Neonomicon
no sólo se cuestiona la adecuación de lo escrito por Lovecraft a esa
realidad subyacente (en la que existe Cthulhu, Nyarlathothep, la Cabra
con los Mil Cabritos, la ciudad de R'lyeh, etc), en el sentido de que,
como dice un personaje (un avatar de Nyarlathothep de hecho), "Lovecraft
cometió errores", sino que, además, se hace cierto énfasis en el hábito
lovecraftiano de confundir (a la manera de Borges, quien también es
mencionado) ficción con realidad (algo parecido a lo que hizo Tolkien
cuando dijo que en diferentes etapas de la escritura de
El silmarillion
hizo cambios drásticos porque su "recuperación" de ese mundo se había
vuelto más completa), dando de alguna manera con un procedimiento que
"autoriza" el procedimiento o artificio que me interesa presentar como
central a una lectura posible de este relato gráfico. Al presentar los
mitos de Cthulhu de una manera más compleja, entonces, la inserción de
un capítulo siguiente puede plantear una renovación, un cambio de perspectiva y una modificación esencial de las premisas de ese
universo estético.
El sexo podrá no caber en el universo estético de Lovecraft, pero sí en
el de Alan Moore (que fagocita y procesa -o intenta fagocitar y
procesar- el de Lovecraft). Esa enmienda a la obra del gran escritor de
Providence funciona dentro y fuera de
Neonomicon: no sólo Moore
se adueña de la obra de Lovecraft sino que además, dentro de su ficción,
un personaje (otra vez el avatar de Nyarlathothep) critica a una de las
piedras angulares del mundo de los mitos de Cthulhu: el
Necronomicon, se
dice, es un error de Lovecraft: no debería hablarse de un "libro de los
nombres muertos", ya que los antiguos son, han sido y serán (ya que en
extraños eones hasta la muerte puede morir), por lo que una percepción
del tiempo como una unidad pasado/presente/futuro (la perspectiva de la
eternidad, digamos) más bien nos permitiría pensar que Cthulhu no es una
cosa del pasado sino más bien
una cosa del futuro, y el famoso libro debería ser "El libro de los nombres nuevos", o sea
Neonomicon.
Esto permite que el final del relato cobre un sentido interesante: la
protagonista lleva en su vientre a un híbrido entre la criatura marina y
un ser humano: ese ser que nacerá al mundo es comparado con Cthulhu
durmiendo y soñando en otro ámbito submarino, la famosa ciudad de
R'lyeh. Ese vástago futuro (para el que hay que buscar un "nombre nuevo"
derivado del famoso libro) puede leerse como una alusión a la Segunda
Venida, al Milenarismo que permea todas las obras de Lovecraft: el
momento en que nuestro mundo será anulado y Cthulhu y su pandilla
tomarán control de la realidad. Moore podrá haber roto una "regla"
básica de la mitología de Cthulhu (al menos según Houellebecq), pero
entendió bien la mecánica de los finales de todas o casi todas las
ficciones del maestro.
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