...y si en su obra [Lovecraft] se niega a hacer la menor alusión de índole sexual, es, sobre todo, porque intuye que tales alusiones no caben en su universo estético. En cualquier caso, los acontecimientos le dieron ampliamente la razón en este punto. Algunos intentaron introducir elementos eróticos en la trama de una historia en clave lovecraftiana. Fue un fracaso absoluto. Las tentativas de Colin Wilson, en concreto, son catastróficas: tenemos la constante impresión de que el autor añade elementos excitantes para ganarse a unos cuantos lectores más (H.P.Lovecraft, contra el mundo, contra la vida, p.49-50).Ciertamente llama la atención que en una "historia en clave lovecraftiana" veamos (y digo veamos porque se trata de narrativa gráfica) a un grupo de cultistas de Dagon practicando fellatios a y dejándose sodomizar por una criatura al estilo "La sombra sobre Innsmouth"; sin embargo, la estrategia de Alan Moore (en una página de Neonomicon un personaje dice que "todo Lovecraft es sobre sexo") consiste en dar una o dos vueltas de tuerca al evidente conflicto entre sexo y Lovecraft. Para empezar, la afirmación de Houellebecq es especialmente válida para adaptaciones; una película basada en "La llamada de Cthulhu", por ejemplo, que incluyera una orgía entre los marineros sonaría artificial, falsa y ante todo ridícula, y lo mismo valdría para una posible adaptación a la historieta (como la que están haciendo Rodolfo Santullo y Alejandro Rodríguez Juele sobre "En las Montañas de la Locura" para el blog Marche un cuadrito); sin embargo, no es eso lo que propone Alan Moore: lo suyo ni siquiera es una continuación de los mitos, en el sentido de ubicar una historia en el año 2000, digamos, del universo lovecraftiano, con el antecedente narrativo de la historia narrada en "El horror de Dunwich" o en "Los sueños en la casa de la bruja", sino más bien una recreación o reescritura, ya que, para empezar, la narración de Moore está ubicada en un mundo que, como el nuestro, incluye a H.P.Lovecraft en tanto escritor y a sus creaciones en tanto ficciones. El procedimiento, evidentemente, es afirmar que "Lovecraft adivinó algo de la Verdad" (como si se dijera, por ejemplo, que Tolkien accedió a cierta información sobre el pasado remoto de la humanidad y otros pueblos que habitaron la Tierra y con ello escribió El señor de los anillos) y presentar a sus creaciones como reflejos más o menos certeros de "algo" que existe realmente. Claro que Moore es siempre más sútil que una fórmula como la que acabo de presentar: en Neonomicon no sólo se cuestiona la adecuación de lo escrito por Lovecraft a esa realidad subyacente (en la que existe Cthulhu, Nyarlathothep, la Cabra con los Mil Cabritos, la ciudad de R'lyeh, etc), en el sentido de que, como dice un personaje (un avatar de Nyarlathothep de hecho), "Lovecraft cometió errores", sino que, además, se hace cierto énfasis en el hábito lovecraftiano de confundir (a la manera de Borges, quien también es mencionado) ficción con realidad (algo parecido a lo que hizo Tolkien cuando dijo que en diferentes etapas de la escritura de El silmarillion hizo cambios drásticos porque su "recuperación" de ese mundo se había vuelto más completa), dando de alguna manera con un procedimiento que "autoriza" el procedimiento o artificio que me interesa presentar como central a una lectura posible de este relato gráfico. Al presentar los mitos de Cthulhu de una manera más compleja, entonces, la inserción de un capítulo siguiente puede plantear una renovación, un cambio de perspectiva y una modificación esencial de las premisas de ese universo estético. El sexo podrá no caber en el universo estético de Lovecraft, pero sí en el de Alan Moore (que fagocita y procesa -o intenta fagocitar y procesar- el de Lovecraft). Esa enmienda a la obra del gran escritor de Providence funciona dentro y fuera de Neonomicon: no sólo Moore se adueña de la obra de Lovecraft sino que además, dentro de su ficción, un personaje (otra vez el avatar de Nyarlathothep) critica a una de las piedras angulares del mundo de los mitos de Cthulhu: el Necronomicon, se dice, es un error de Lovecraft: no debería hablarse de un "libro de los nombres muertos", ya que los antiguos son, han sido y serán (ya que en extraños eones hasta la muerte puede morir), por lo que una percepción del tiempo como una unidad pasado/presente/futuro (la perspectiva de la eternidad, digamos) más bien nos permitiría pensar que Cthulhu no es una cosa del pasado sino más bien una cosa del futuro, y el famoso libro debería ser "El libro de los nombres nuevos", o sea Neonomicon. Esto permite que el final del relato cobre un sentido interesante: la protagonista lleva en su vientre a un híbrido entre la criatura marina y un ser humano: ese ser que nacerá al mundo es comparado con Cthulhu durmiendo y soñando en otro ámbito submarino, la famosa ciudad de R'lyeh. Ese vástago futuro (para el que hay que buscar un "nombre nuevo" derivado del famoso libro) puede leerse como una alusión a la Segunda Venida, al Milenarismo que permea todas las obras de Lovecraft: el momento en que nuestro mundo será anulado y Cthulhu y su pandilla tomarán control de la realidad. Moore podrá haber roto una "regla" básica de la mitología de Cthulhu (al menos según Houellebecq), pero entendió bien la mecánica de los finales de todas o casi todas las ficciones del maestro.
jueves, 19 de julio de 2012
Neonomicon, Alan Moore y Jacen Burrows
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario