Grupo Belerofonte ha editado la novela gráfica Acto de guerra,
que se presentó el fin de semana pasado en el marco de Montevideo
Comics 2010. Se trata, como en el caso de su antecedente directo Los últimos días del Graf Spee,
de una ficción fuertemente anclada en la historia, y en este caso en la
historia reciente. Si bien es solo una manera más -entre las muchas
posibles- de acercarse a esta nueva creación del duo dinámico
Santullo/Bergara, la comparación entre Acto y Los últimos días me parece de interés. Para empezar, llama la atención el cambio en la parte gráfica; Bergara
muestra una vez más esa suerte de híbrido complejo entre versatilidad e
idiosincrasia que, producción a producción, va diseñando un estilo
personal. Los delicados grises y el dibujo "limpio" de Los últimos días
deja paso a una estética de manchas y borrones, grandes superficies
negras que parecen contaminar cada viñeta con una suerte de "suciedad",
generando una sensación quizá de realismo crudo, de "calle", muy apta
para el tema de las cuatro historias entrelazadas que arman esta novela
gráfica. Y también hay rasgos reconocibles de todo el trabajo anterior
de Matías: la facilidad con la que compone expresiones y rasgos
concretos de los personajes, la sabia construcción del espacio de cada
viñeta y cierto "dramatismo" -no se me ocurre un término mejor- que
logra conferir una importante carga emocional a cada imagen que
encontramos en estas páginas. Todos estos elementos están, por supuesto,
en Los últimos días, pero
también puede encontrárselo en producciones en apariencia tan diferentes
como las dos últimas historietas ("Energía negativa" y "Bárbara" -ambas
con guión de Alceo) publicadas en Freeway, o también las aparecidas el año pasado en la separata Freedonia,
con guión de Santullo. Matías es, en mi opinión -sé que suena un poco
proselitista que lo diga, ya que además de ser un gran amigo personal
ilustró casi todo lo que he publicado por ahí, desde 01.lineal y Perséfone hasta tres cuentos que serán editados en breve por la editorial La Propia Cartonera-, parte de la terna de dibujantes más fascinantes de nuestro país, junto a Renzo Vayra y Zalozábal;
pero, lo que es aun más importante, su arte, que exhibe tantos signos
de conciencia, autocrítica, virtuosismo y madurez creativa, también está
claramente en perpetua evolución. Hay aciertos en Acto de guerra que superan la expresividad de Los últimos días;
hay personajes que, tramados con una notoria economía de trazos, logran
encarnar una humanidad profunda e inolvidable -el "Bebe" y el "Negro
castillo", por ejemplo, y también el embajador Vicente Arroyo Muniz.
En cuanto al guión de Santullo, y retomando la línea de acercamiento a través de la comparación con Los últimos días, creo que aparece también aquí una muestra de un incremento en la conciencia de las estructuras narrativas. Quizá por tratarse de cuatro historias autoconclusivas que arman un todo superior a la suma de sus partes, Santullo pudo concentrar la fuerza de su narración de un modo más evidente que en Los últimos días. Los "cuentos" o "capítulos" de Acto de guerra son una maravilla de concisión, logrando un máximo de efectos (caracterización, sugerencias, planos de significado) en pocas páginas. Las historias, ambientadas en 1968, 1972 y 1975, momentos álgidos de la lucha contra la opresión política, cultural e ideológica del gobierno de Pacheco y la subsiguiente toma de poder de los militares a través de Bordaberry, logran transmitir una cualidad de "anécdota" vívida y sentida; Santullo se mete con momentos que todavía son espinosos para el imaginario histórico uruguayo y el background de nuestra cultura, pero lo hace con sobriedad y sin caer en facilismos. El "heroísmo" de los personajes (quizá mejor sería hablar de "humanismo" o "humanidad") nunca es presentado estrictamente en función de una causa en el sentido colectivo o histórico -lo cual lo haría un poco más impersonal- sino siempre hacia una ética que es abrazada desde lo íntimo, desde los códigos con los que se ha elegido vivir. En ese sentido, toda la trama -las cuatro historias y el "todo" que diseñan- está permeada de una amalgama de subjetividad y objetividad; la primera desde la entraña de los personajes y sus acciones, presentadas claramente como reflejo de sus convicciones políticas y humanas; la segunda, desde elementos históricos que hacen a un momento tan definido y oscuro de la historia uruguaya -y en ese sentido creo que es imposible no estremecerse ante la viñeta en la base de la página 43. Pero además Santullo logra eludir la facilidad del cliché o el lugar común de lo "uruguayo", o de lo "uruguayo en la adversidad"; por ejemplo, en la tercera historia, "Secuestro en el palacio Díaz", al presentar a un ícono de aquellos tiempos como Larbanois y Carrero, la narrativa se apoya más en rasgos individuales de los artistas (cierta astucia, ingenio o "picardía", si se quiere) que en las connotaciones socioculturales de su música y el rol que jugó en la resistencia contra el poder usurpado por los militares. En este sentido es también interesante volver a Los últimos días y hacer dialogar los usos (y construcción) de la historia en estas ficciones. Creo que Santullo (y Bergara también, por supuesto, ya que la realización total del guión debe entenderse como un acto de colaboración) es especialmente conciente de este tema como un problema a resolver de diferentes maneras; en el epílogo a Los últimos días leemos "Estas, y las demás disrupciones que se utilzan en esta historia, son en función de la ficción que se cuenta. En ningún caso los autores pretendimos ofender ni faltar el respeto a personas vivas o fallecidas. Solamente a la hora de narrar, decidimos serle fieles más que a la Historia, a la Historieta"; es interesante considerar estas palabras en relación a la nota final de Acto, en la que se retoma el tema de la ficción y su relación con la historia, con la diferencia de que aquí se abren dos líneas de desarrollo del tema. La primera, a partir de reconocer que en la construcción de un momento histórico (sea en novela convencional, gráfica o en "historia seria" o "académica") no se pueda ni se pretenda "narrar (...) más que una evocación de lo que sentimos y creemos fue la dictadura, en toda su trágica y vertiginosa magnitud", desde el momento en que los autores no han vivido esos hechos de primera mano, lo cual -siguiendo la línea del epílogo a "Los últimos días"- desemboca en una clara toma de partido en favor de la "ficción" frente a la "historia" (entendida aquí como la experiencia vital de los actores, no como la que ofrecen los "libros de historia", que, en todo caso, permite una experiencia de segunda mano), o, en otras palabras, de "fidelidad a la historieta", para usar la feliz expresión del epílogo de Los últimos días. Y la segunda línea quedaría sugerida por el párrafo final de la nota o epílogo: "agradecemos enormemente a aquellas personas que sí estuvieron allí, y estuvieron ahora, para contarnos de primera mano sus historias -el combustible que alimentó el motor de este libro de relatos". Aqui opera una modulación del modelo: aquellos que permanecen, que son contemporáneos de los autores, pueden transmitirnos otra dimensión de la historia, que aporta una "vida" (combustible, en la metáfora del epílogo) o dimensionalidad extra al producto ficcional. Es decir, la historia que construye quién "no estuvo ahi" a partir de libros puede carecer de elementos vitales que sí aparecerían de adquirir un punto de importancia en su construcción las anécdotas transmitidas por quienes en su momento "actuaron" los hechos. Se trata de una apuesta a la oralidad y el testimonio subjetivo, a la experiencia vivida, creo entender, frente a la "seriedad" de la historia o al estatus entronizado del "libro de historia" o incluso del discurso histórico como -supuesta- garantía de "verdad". En cualquier caso, está claro que las historias -ahora en su realización concreta, es decir este libro de historietas firmado por Santullo y Bergara- sí comunican una cercanía, una "vida" que estaba ausente en Los últimos días, donde, además, jugaban un papel sumamente importante elementos "meramente" ficcionales e incluso metaficcionales como el rol del un poco tonto o ingenuo protagonista en una trama policial o de espías (dicho sin desmerecer a la anterior novela gráfica, claro, que, me parece, apuntaba hacia una direcicón distinta a Acto de guerra, igualmente válida), o lo más esquemático de los personajes (la femme fatale, etc) de acuerdo a las pautas o prácticas de ciertos subgéneros narrativos.
Hasta ahora, entonces, las dos novelas gráficas de Santullo/Bergara trabajan diferentes aproximamientos al hecho histórico desde la ficción y -en particular- la historieta. La ficción más estilizada o "de género" en Los últimos días y la apuesta por la historia vivida y sentida de cerca en Acto; y si pensamos en el estilo gráfico de Bergara para la primera novela, más limpia, más elegante, más caricaturizada, y lo comparamos con la dramática, emotiva y -es un término que me rechina siempre, pero que aquí se dejará entender- "realista" de Acto, podremos añadir un punto extra al buen hacer de Matías, que, como todo artista, debe entender de qué manera el material y las premisas condicionan al "modo de ser" de una obra desde su planteamiento.
Acto de guerra estará pronto a la venta en librerías y comiquerías. No la dejen pasar; es muchas cosas, pero también una muestra de que en el presente sí se hace historieta -y bien- para lectores pensantes en nuestro país...
En cuanto al guión de Santullo, y retomando la línea de acercamiento a través de la comparación con Los últimos días, creo que aparece también aquí una muestra de un incremento en la conciencia de las estructuras narrativas. Quizá por tratarse de cuatro historias autoconclusivas que arman un todo superior a la suma de sus partes, Santullo pudo concentrar la fuerza de su narración de un modo más evidente que en Los últimos días. Los "cuentos" o "capítulos" de Acto de guerra son una maravilla de concisión, logrando un máximo de efectos (caracterización, sugerencias, planos de significado) en pocas páginas. Las historias, ambientadas en 1968, 1972 y 1975, momentos álgidos de la lucha contra la opresión política, cultural e ideológica del gobierno de Pacheco y la subsiguiente toma de poder de los militares a través de Bordaberry, logran transmitir una cualidad de "anécdota" vívida y sentida; Santullo se mete con momentos que todavía son espinosos para el imaginario histórico uruguayo y el background de nuestra cultura, pero lo hace con sobriedad y sin caer en facilismos. El "heroísmo" de los personajes (quizá mejor sería hablar de "humanismo" o "humanidad") nunca es presentado estrictamente en función de una causa en el sentido colectivo o histórico -lo cual lo haría un poco más impersonal- sino siempre hacia una ética que es abrazada desde lo íntimo, desde los códigos con los que se ha elegido vivir. En ese sentido, toda la trama -las cuatro historias y el "todo" que diseñan- está permeada de una amalgama de subjetividad y objetividad; la primera desde la entraña de los personajes y sus acciones, presentadas claramente como reflejo de sus convicciones políticas y humanas; la segunda, desde elementos históricos que hacen a un momento tan definido y oscuro de la historia uruguaya -y en ese sentido creo que es imposible no estremecerse ante la viñeta en la base de la página 43. Pero además Santullo logra eludir la facilidad del cliché o el lugar común de lo "uruguayo", o de lo "uruguayo en la adversidad"; por ejemplo, en la tercera historia, "Secuestro en el palacio Díaz", al presentar a un ícono de aquellos tiempos como Larbanois y Carrero, la narrativa se apoya más en rasgos individuales de los artistas (cierta astucia, ingenio o "picardía", si se quiere) que en las connotaciones socioculturales de su música y el rol que jugó en la resistencia contra el poder usurpado por los militares. En este sentido es también interesante volver a Los últimos días y hacer dialogar los usos (y construcción) de la historia en estas ficciones. Creo que Santullo (y Bergara también, por supuesto, ya que la realización total del guión debe entenderse como un acto de colaboración) es especialmente conciente de este tema como un problema a resolver de diferentes maneras; en el epílogo a Los últimos días leemos "Estas, y las demás disrupciones que se utilzan en esta historia, son en función de la ficción que se cuenta. En ningún caso los autores pretendimos ofender ni faltar el respeto a personas vivas o fallecidas. Solamente a la hora de narrar, decidimos serle fieles más que a la Historia, a la Historieta"; es interesante considerar estas palabras en relación a la nota final de Acto, en la que se retoma el tema de la ficción y su relación con la historia, con la diferencia de que aquí se abren dos líneas de desarrollo del tema. La primera, a partir de reconocer que en la construcción de un momento histórico (sea en novela convencional, gráfica o en "historia seria" o "académica") no se pueda ni se pretenda "narrar (...) más que una evocación de lo que sentimos y creemos fue la dictadura, en toda su trágica y vertiginosa magnitud", desde el momento en que los autores no han vivido esos hechos de primera mano, lo cual -siguiendo la línea del epílogo a "Los últimos días"- desemboca en una clara toma de partido en favor de la "ficción" frente a la "historia" (entendida aquí como la experiencia vital de los actores, no como la que ofrecen los "libros de historia", que, en todo caso, permite una experiencia de segunda mano), o, en otras palabras, de "fidelidad a la historieta", para usar la feliz expresión del epílogo de Los últimos días. Y la segunda línea quedaría sugerida por el párrafo final de la nota o epílogo: "agradecemos enormemente a aquellas personas que sí estuvieron allí, y estuvieron ahora, para contarnos de primera mano sus historias -el combustible que alimentó el motor de este libro de relatos". Aqui opera una modulación del modelo: aquellos que permanecen, que son contemporáneos de los autores, pueden transmitirnos otra dimensión de la historia, que aporta una "vida" (combustible, en la metáfora del epílogo) o dimensionalidad extra al producto ficcional. Es decir, la historia que construye quién "no estuvo ahi" a partir de libros puede carecer de elementos vitales que sí aparecerían de adquirir un punto de importancia en su construcción las anécdotas transmitidas por quienes en su momento "actuaron" los hechos. Se trata de una apuesta a la oralidad y el testimonio subjetivo, a la experiencia vivida, creo entender, frente a la "seriedad" de la historia o al estatus entronizado del "libro de historia" o incluso del discurso histórico como -supuesta- garantía de "verdad". En cualquier caso, está claro que las historias -ahora en su realización concreta, es decir este libro de historietas firmado por Santullo y Bergara- sí comunican una cercanía, una "vida" que estaba ausente en Los últimos días, donde, además, jugaban un papel sumamente importante elementos "meramente" ficcionales e incluso metaficcionales como el rol del un poco tonto o ingenuo protagonista en una trama policial o de espías (dicho sin desmerecer a la anterior novela gráfica, claro, que, me parece, apuntaba hacia una direcicón distinta a Acto de guerra, igualmente válida), o lo más esquemático de los personajes (la femme fatale, etc) de acuerdo a las pautas o prácticas de ciertos subgéneros narrativos.
Hasta ahora, entonces, las dos novelas gráficas de Santullo/Bergara trabajan diferentes aproximamientos al hecho histórico desde la ficción y -en particular- la historieta. La ficción más estilizada o "de género" en Los últimos días y la apuesta por la historia vivida y sentida de cerca en Acto; y si pensamos en el estilo gráfico de Bergara para la primera novela, más limpia, más elegante, más caricaturizada, y lo comparamos con la dramática, emotiva y -es un término que me rechina siempre, pero que aquí se dejará entender- "realista" de Acto, podremos añadir un punto extra al buen hacer de Matías, que, como todo artista, debe entender de qué manera el material y las premisas condicionan al "modo de ser" de una obra desde su planteamiento.
Acto de guerra estará pronto a la venta en librerías y comiquerías. No la dejen pasar; es muchas cosas, pero también una muestra de que en el presente sí se hace historieta -y bien- para lectores pensantes en nuestro país...
Publicada en Aparatos de vuelo rasante el 17 de mayo de 2010
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