De la temporada
Las virtudes de la muestra de historietas Verano, organizada por AUCH (Asociación
Uruguaya de Creadores de Historietas), resultaron evidentes al jurado que falló
en la categoría Relato Gráfico de los Fondos Concursables 2012 del MEC,
integrado por quien esto escribe, José Gabriel Lagos y Alfredo Soderguit: el
proyecto valía la pena en tanto repertorio de la obra de un grupo de
historietistas que viene publicando y creciendo desde, más o menos (algunos
más, otros menos), mediados de la década de los dosmiles y en tanto plataforma
para mejorar la visibilidad del trabajo de guionistas como Martín “Magnus”
Pérez o para consolidar la solidez en el desempeño de creadores como Pablo
“Roy” Leguisamo. Verano es, entonces,
en su conjunto, un aporte interesante y atendible a la historieta uruguaya
“nueva” o “joven”.
Una vez con el libro en las manos, sin
embargo, queda habilitada una mirada más de cerca, relato por relato, que
evidencia (después de constatar algunos fallos notorios en la diagramación y en
la disposición de las historietas) un nivel dispar. Hay, ante todo, cuatro
aportes sólidos, que justifican para cualquier lector la compra del libro: se
trata de los relatos con guiones de Pérez, Leguisamo (el primero de los dos que
son incluidos), Ciccariello y Santullo.
El mejor de este grupo posiblemente sea
“More tan meets the eye”, escrito por Pablo Leguisamo y dibujado por Alejandro
Figueroa, a cuyo atractivo arte se suma un guión hábilmente resuelto, llevado
con buen pulso y preparando a la perfección la vuelta de tuerca del final. 8
páginas, entonces, aprovechadas al máximo.
Sigue “Noche de vértigo”, el aporte de
Rodolfo Santullo (guión) y Matías Bergara (arte), que además de contar con
solvencia una historia interesante logra generar en el lector una buena dosis
de empatía por sus personajes. La última página, además, está entre los
trabajos más bellos y expresivos de Bergara.
Una de las historietas más llamativas del
libro es “Cantera”, de Gabriel Ciccariello, un historietista sin lugar a dudas
interesante que, lamentablemente, ha sido muy poco prolífico en los últimos
años. Este trabajo llama la atención no sólo por su bello colorido sino por su
distintiva construcción de la narrativa, que apela al contraste entre las
páginas dialogadas y las presentadas en torno (casi como si fueran
ilustraciones) a grandes bloques de texto.
Por último, el relato de Martín “Magnus” Pérez
(guión) y Carlos Lemos (arte), propone una historia interesante, que llama la
atención por ser la única pensada desde un género concreto –en este caso la
ciencia ficción– y por descartar lo que podríamos pensar un enfoque más
costumbrista o incluso autobiográfico o autoficcional. Se trata, además, de una
confirmación más de la versatilidad narrativa de Pérez, quizá el guionista
“nuevo” que más ha crecido en los últimos dos años; su punto débil, sin
embargo, está en el arte de Lemos, que en muy pocas ocasiones supera un nivel
más apto para un fanzine. Si bien presenta un número no deleznable de aciertos
(la expresividad en los rostros y algunas viñetas puntuales, como la tercera de
la séptima página o la que remata la historieta), el balance –en gran medida
por el poco trabajo dedicado, en general, a los fondos y los detalles– es
negativo, lo que no sucede en lo más mínimo con el guión.
Verano también incluye un grupo de historietas que cabría pensar como
fallidas. Por ejemplo, “Morrison Vive”, de Nicolás Peruzzo –a todas luces un
capítulo desgajado de su excelente Ranitas–,
se ve seriamente perjudicada por la estructura no lineal elegida por su autor a
la hora de presentar la trama. Tratándose de una anécdota simple (un grupo de
chicos que pintan “Morrison vive” en la fachada de una casa y son perseguidos
por sus dueños), la necesidad de “complicarla” un poco, en este caso, sólo
logró empañar el disfrute del relato. Del mismo modo, “Lo último que se
pierde”, de Leguisamo (guión) y Lisandro Di Pasquale (arte), quizá la más floja
de este conjunto, podría haber resultado un relato más satisfactorio de no ser
por el bajo nivel del dibujo de Di Pasquale, que no logra cuajar el potencial
emotivo de la historia y, además, falla notoriamente en elementos puntuales (la
protagonista parece una mujer de 20y pico de años en su primera aparición y una
adolescente de 15 en adelante, por ejemplo); un dibujo más competente hubiese
convertido a este relato en un momento sólido del libro, sin lugar a dudas.
Otros de los trabajos presentados, sin
fallas demasiado evidentes, parecen poco interesantes. Es el caso de “Señales
de vida”, de Maco, que, pese a la belleza del dibujo, no logra armar una
historia que valga la pena (nena recorre una playa, recoge varios cangrejos y
mira una tonina) y, una vez terminada, resulta un trabajo ante todo inane. Con
otro nivel de complejidad, pero no necesariamente más efectividad narrativa,
“Blancarena”, el aporte de Alejandro Rodríguez Juele, no pasa de una anécdota
familiar con evidente valor afectivo para su creador pero poco interés para el
lector, que se encuentra con las alternativas de la creación de un balneario en
el departamento de Colonia en 1948, con la muerte de uno de sus pioneros (lo
cual indudablemente habría funcionado mejor en un relato más largo) y, cuando
empieza a volverse urgente un desarrollo narrativo, tropieza con un
anticlimático salto a 1956 y una nota final que podría pretenderse emotiva pero
que, lamentablemente, no logró despertar la empatía de, al menos, este lector.
En una zona intermedia entre este conjunto
de trabajos de menor nivel y los cuatro mejores cabría incluir “Malvín”, de Bea
(arte y guión), que, con un dibujo rico y sugestivo, esboza una historia
atendible, honesta y sentida, lamentablemente malograda por la falta de
resolución o, mejor dicho, por la errada resolución que le da la última viñeta.
También en esta categoría intermedia aparece “Luz”, de Fernando Ramos, un
trabajo con algunos errores de guionista principiante (por momentos el peso del
texto narrativo se vuelve un poco abrumador, a la vez que se intenta comprimir
en las 8 páginas pautadas por la convocatoria más información de la que el
pulso del Ramos guionista, por el momento, sabe manejar) pero, a la vez, con un
arte especialmente interesante, en gran medida por su excelente manejo del alto
contraste.
Por último, los relatos más flojos –o
decididamente malos– resultan ser “Perfume de enero” (con guión de Federico de
los Santos y arte de Andrés y Leonardo Silva) y “Ensueño de una tarde de
verano”, (Nicolás Rodríguez Juele). Curiosamente, ambos ofrecen un nivel más
que destacado a nivel del arte: tanto el trabajo de los hermanos Silva como el
de Rodríguez Juele llaman la atención por su excelente factura, por desgracia
completamente opacada por la insuficiencia de los guiones. En el caso de
Federico de los Santos se trata de una historia indecisa, más un compendio de
intenciones –y pretensiones– que un relato satisfactorio, mientras que, en lo
que respecta a Rodríguez Juele, se avanza por unas páginas atendibles –o
incluso promisorias– para llegar a un desenlace por completo anticlimático e
innecesario, que carcome y socava las siete páginas que lo preceden y vuelve
pertinente la pregunta de qué demonios pasaba por la mente de su creador a la
hora de rematar la historieta.
En cualquier caso, es sabido que las
muestras suelen ser desparejas en cuanto a su nivel, y la propuesta de AUCH de
ofrecer un testimonio del trabajo de sus afiliados está más que lograda. En el
caso de las mejores historias, se trata evidentemente de una confirmación de
talentos ya probados (Santullo, Roy, Ciccariello) y, en una de las notas más
positivas del libro, un excelente añadido a la creciente experiencia como
guionista de Magnus, quien pasa cómodamente a integrar el grupo de los 4 o 5
mejores guionistas de la nueva historieta uruguaya, aunque debería de una vez
por todas mejorar su puntería a la hora de elegir dibujantes. No es tan
alentadora la perspectiva que sugieren los trabajos fallidos: en el caso de
Alejandro Rodríguez Juele y Nicolás Peruzzo, empieza a resultarles urgente la
creación de un trabajo al nivel de sus mejores obras (La isla elefante y Ranitas,
respectivamente).
Publicada en La Diaria el 12 de febrero de 2013
Gracias por tu apreciacion de mi trabajo, Ramiro. Me da muchos animos para seguir laburando.
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