Ya he escrito en otras oportunidades sobre el aparente "boom" del
comic histórico en Uruguay; si bien las comillas pueden llevar a pensar
en términos de escala, es cierto que la temática histórica representa en
este momento una tendencia especialmente fuerte dentro de la historieta
local. Libros como Los últimos días del Graf Spee, La isla elefante, Acto de guerra, la serie Bandas Orientales, Valizas, Historiatas y Cardal son
ejemplos claros de la fortuna del género histórico en el comic
uruguayo, especialmente teniendo en cuenta su éxito más o menos general
de crítica e incluso de público (por no mencionar el apoyo brindado por
el estado desde los Fondos Concursables). En algún momento también
intenté pensar alguna posible explicación para este fenómeno: quizá la
relación de la historieta con las diversas formas de legitimación (ante
todo como garantía o boost de visibilidad) haya terminado por
generar un lugar en el que esa legitimación o validación opera tomando
prestada cierta aura de "seriedad" (o interés del lector) al discurso
histórico. En cualquier caso, 2011 o incluso 2012 han sido años ideales
para proponer editorialmente historietas históricas, y Bernardina hacia la tormenta,
de Matías Castro y Daniel González, aporta a la discusión sobre esas
pautas de legitimación, sobre el lugar de lo histórico en las
expectativas del público lector y sobre el balance historia/historieta
-o historia/relato- en el comic histórico, algo que Rodolfo Santullo, en
sus notas a Los últimos días del Graf Spee (novela que, por
varias razones, impulsó el éxito del comic histórico local) convirtió en
un problema de fidelidad a la historia o fidelidad a la historieta.
Para empezar, Bernardina... incluye -yendo en este sentido más allá de La isla elefante-
un extenso apéndice donde el guionista Matías Castro ofrece un relato
de su relacionamiento con la historia a la hora de escribir el guión. Se
nos habla del por qué de ciertas decisiones, se mencionan fuentes
bibliográficas y se aporta, además, un marco interpretativo, una línea
de lectura del libro o una suerte de explicación de lo que un relato de
la Redota sigue ofreciéndonos a los uruguayos, que hemos visto una
sucesión de éxodos desde entonces, el último de ellos motivado por la
crisis del 2002, como argumenta Castro en su apéndice. Hay algo, sin
embargo, de justificación, de búsqueda evidente de esa legitimación o
"respetabilidad"; una de las cosas que termina impresionando del libro
(un poco gracias a esa desnudez del apéndice) es la importante
investigación llevada a cabo por el guionista. Los lectores
invariablemente deberán considerar "serio" a un trabajo de ese género,
y Bernardina... sin duda lo es. Aquí Castro opera dentro de las
pautas de exigencia y minuciosidad de sus trabajos anteriores de
investigación periodística: libros como Las dos muertes de Dionisio Díaz y Casacuriosos, trabajos
que, más allá de sus evidentes diferencias, se estructuran en torno a
un trabajo de investigación y divulgación. En ese sentido, insisto, el
trabajo de Castro es irreprochable; el fallo de Bernardina..., sin embargo, es otro, u otros.
Para
empezar, es fácil detectar ciertas desprolijidades en el guión, como la
tendencia a que el narrador repita redundantemente lo que nos muestra
la imagen en la viñeta. Por ejemplo, en la página 42, la tercera viñeta
lleva la narración "Viriato mira a Ezequiel y le habla de Melitón.
Ezequiel le presta mucha atención", y la ilustración muestra
precisamente eso; la expresión facial del personaje en la viñeta
siguiente, incluso, funciona perfectamente como indicador de esa
atención recalcada por el narrador. En ese mismo episodio (de hecho en
la página siguiente), se lee desde la narración que "Viriato y Ezequiel
se sientan sobre un par de piedras grandes que están junto a Don
Melitón", y la viñeta representa precisamente a Viriato y Ezequiel
sentados sobre un par de piedras grandes que están junto a Don Melitón.
Esa narración, por supuesto, era innecesaria, y su inclusión redudante,
cabría argumentar, entorpece la lectura.
También lo hacen las
abundantes llamadas a pie de página (o pie de viñeta en algunos casos),
que en un par de ocasiones, además, son casi ilegibles, probablemente
por un descuido a la hora de diagramar las páginas (y en mi opinión
habrían resultado mucho más cómodas en un glosario ubicado en las
últimas páginas del libro). Funcionan en general como aclaración de
términos o expresiones de la época, pero no sólo en algunos casos son
innecesarias (no soy para nada conocedor del español de la Banda
Oriental a principios del siglo XX, pero en la gran mayoría de los casos
me resultó fácil entender los términos y expresiones por el contexto), o
decorativas, sino que subrayan de alguna manera una pretensión
didáctica del libro (o, mejor dicho, a la compulsión del libro por "ser
entendido", por generar una comprensión desde el lector de esas marcas
tan visibles de lo histórico), que termina asociada a su apéndice en un
desplazamiento del relato a un lugar de menor importancia. Y ese, quizá,
sea el mayor defecto de Bernardina...; los hechos se nos ofrecen
como relevantes e interesantes en tanto son parte de una narración
histórica consagrada por la historia y la construcción de la
nacionalidad "oficiales" (o, mejor, la construcción de esos hechos desde
la mirada de la gente que marchó con Artigas); en sí mismos sólo
tenemos una tormenta fuerte, el paso de unos ríos y un par de
acontecimientos que podrían haber resultado más interesantes pero que
carecen de mayores consecuencias narrativas. La aparición de dos
saqueadores o bandoleros -al comienzo de la segunda parte del libro-,
por ejemplo, podría haber generado situaciones de tensión narrativa,
desafíos a los protagonistas o incluso peligros; nada de eso sucede,
porque la reaparición de esos dos saqueadores -al principio de la
tercera parte- los muestra detenidos y a punto de ser fusilados. Del
mismo modo, la visita de Viriato y Ezequiel a Don Melitón parece sugerir
un eventual episodio en que Ezequiel deba apelar al conocimiento que le
transmite el sanador a lo largo de al menos dos páginas, cosa que
después no sucede (de hecho, en el apéndice el propio Castro reconoce
que ese episodio es una "digresión"). No estoy implicando que
necesariamente todos los episodios deban tener consecuencias narrativas
claramente legibles: simpemente apunto a que en Bernardina... los
acontecimientos están presentados como pequeñas anécdotas más o menos
aisladas en tanto su vínculo es el movimiento por el territorio (cabría
argumentar que eso es lo que puede esperarse de una narrativa sobre el
Éxodo, pero no por ello se la vuelve más interesante, especialmente
teniendo en cuenta las 80 páginas de la novela gráfica, que para el
contexto de la historieta local no es poco) y poco más.
Podría
pensarse en el proceso de "maduración" de Ezequiel, niño expuesto a
penurias y al conocimiento trasmitido por sus mayores, entre ellos el
prudente Viriato, pero no hay un trabajo realmente notorio en el
tratamiento de este personaje, no hay un cambio visible entre su primera
aparición y la última (ambas jugando, de hecho). Atendiendo a los otros
personajes, además (los más delineados, es decir Viriato y Bernardina),
parecería que el éxodo no los cambia, no hace mella en ellos más allá
de imponerles un momento dificil y trabajoso.
En cualquier caso,
los acontecimientos narrados (esos momentos difíciles y trabajosos,
digamos) no terminan siendo percibidos más que como cuentas en un
collar, en lugar de momentos de diverso relieve estructural un relato
más amplio. Es posible que ese haya sido el propósito del guionista, por
supuesto, pero en tal caso también cabría señalar que algunos de los
acontecimientos -con la excepción de la tormenta-, no terminan más que
diciéndole al lector lo que ya sabe o imagina: que no debe ser fácil
atravesar un rio en carreta, que el Éxodo estuvo lleno de penurias, etc.
Terminada la parte gráfica del libro queda la sensación de poca cosa,
lamentablemente. Y el apéndice hace pensar que a Castro le importó más
investigar en una serie de libros de historia (y presentar al lector las
"pruebas" de ese interés y ese trabajo) que armar un relato interesante
en sí mismo, independiente de lo que el lector ya sabe de los hechos
del momento histórico representado. El interés de Bernardina..., entonces, (más
allá del arte de Daniel González, que alcanza momentos de gran
esplendor, por ejemplo a lo largo de la secuencia de la tormenta, que es
claramente la mejor del libro) parece existir sólo de un modo
inseparable a su condición de relato histórico. Es verdad que quizá no
otra cosa pretendió Matías Castro, pero también es fácil pensar que
oportunidades de armar un relato interesante en sí mismo fueron
desperdiciadas o dejadas de lado.
Y esto nos lleva a preguntarnos
qué busca el lector de comic histórico en Uruguay, ¿una simple
"ilustración" de hechos que ya conoce más o menos bien? ¿Un rescate -en
historieta- de asuntos más o menos dejados de lado por los grandes
relatos (como sucede en Historiatas)? ¿Una narrativa interesante más allá de sus vínculos a la historia (como en Los últimos días del Graf Spee)? ¿Una fusión equilibrada de lo histórico y lo historietístico (como en La isla elefante)?
Lo que sí es fácil responder es que la oferta es variada y que todas
esas posibles demandas están satisfechas por algún libro, incluyendo Bernardina hacia la tormenta.
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