El capítulo siete de Dracula (Bram Stoker, 1897) incluye un artículo tomado del diario ficticio The dailygraph,
en el que se cuenta de una extraña calma atmosférica seguida por una
terrible tempestad y la aparición en la costa de un navío, el Demeter,
tripulado por absolutamente nadie y cargando "a number of great boxes
filled with mould" (aquí "mould" vale por moho o por cualquier organismo
que crezca sobre la materia orgánica en descomposición; esto implica,
entonces, que las cajas cargaban una sustancia que pudo alojar mould,
tierra por ejemplo). También encuentran un cadáver -el del capitán del
barco- atado al timón, y una bitácora, que se nos ofrece citada in extenso
dentro del artículo, y traducida del ruso. En sus páginas se habla de
un extraño que ha sido descubierto a bordo, de sucesivas muertes, del
terror. En mi edición (Könemann, 1995), todo el artículo, bitácora
incluida, ocupa apenas 11 páginas.
40 cajones, la novela
gráfica de Rodolfo Santullo (guión) y Jok (arte) reconstruye esas 11
páginas. Quizá podría pensarse en un "nuevo" género, el de la
"microadaptación", que se trabaja desde un capítulo o una sección de una
obra determinada; aquí Santullo apenas "aporta" al relato imaginado por
Stoker: hay, sí, un personaje diferenciado entre los marinos (el rumano
Lepes -y este apellido es un guiño evidente a cierto empalador), hay
una escena añadida en la que vemos a la tripulación combatiendo contra
un destacamento de militares turcos, y, además, una pequeña trama que
enmarca el relato de la bitácora, pero, en líneas generales, Santullo se
mantiene extremadamente fiel a lo propuesto por el irlandés.
El
desafío a la hora de escribir este guión, entonces, no es desdeñable.
Quizá la historia parezca sencilla de contar, pero el problema evidente
es que, más o menos, todos la conocemos. Partiendo de unas pocas páginas (la bitácora en sí apenas se prolonga unas 4 o 5 en Dracula) cuyo final es evidente (el barco llega vacío a la costa, por tanto todos se mueren)
y cuyas consecuencias lo son más aún (el conde llega a Londres), además
de más complejas y, a priori, más interesantes, había que crear una
historia atrapante que se bastara a sí misma. Y Santullo lo logra a la
perfección. Para lograrlo se vale de varios procedimientos discernibles,
uno de ellos -el principal quizá- es incorporar una dimensión extra de
misterio: es verdad, sabemos cómo termina todo, pero no de qué manera llegamos a ese final;
el personaje "extra", precisamente (o las reacciones del lector a su
presencia y sus acciones y palabras), es un eje de esa reestructuración
del relato. Se nos dice que es rumano, y sabemos que Dracula también lo es;
es taciturno, quizá incluso extraño, y parece dotado de una fuerza
sobrehumana (esto es puesto en evidencia en otra de las escenas "extra",
la del combate contra los turcos): todo mueve a sospechar. Quizá se
trate del misterioso pasajero que algunos ven pasearse por la cubierta;
su constante negación de los relatos de los marinos en tanto
"supersticiones" o tonterías parece, además, apuntalar la idea de que
Lepes quiere que no se hable de ciertas cosas, un gesto que, por
supuesto, activa la paranoia del lector.
Otro "peligro" evidente
es que lo narrado termine pareciendo "poca cosa"; para "ensanchar"
entonces su historia, Santullo apela a remitir en varias ocasiones a Dracula,
a la novela completa, por así decirlo. El gesto implica que de alguna
manera la parte (este capítulo llevado al comic) incluya el todo (la
novela), a la manera de los fractales, y Santullo lo logra con sutileza,
incorporando la escena del carro y su extraño conductor (p.20), a las
"hermanas" o "novias de Dracula" (p.29) y a un acercamiento al castillo
del conde (pp.43-44), secuencia onírica que debe contarse entre lo mejor
-lo más sugestivo, diría- del libro.
El arte de Jok es bellísimo y
aporta una sensación de dramatismo y "movimiento" que se vuelve otro de
los puntos fuertes del libro. El color, además, delicado, casi pálido y
fantasmal, con una paleta cuidadosamente elegida, es el ideal para este
libro. Y las viñetas en las que aparece el conde (especialmente en la
página 41, pero también en la 47 y en la 39) son realmente
espeluznantes.
En síntesis, un muy buen trabajo de un guionista
sólido y cumplidor, en el que los obstáculos planteados por la
naturaleza del proyecto son superados con soltura. Vale la pena tenerlo;
no me animo a decir que está entre lo mejor de Santullo (se trata,
además, de un trabajo un poco viejo, del 2007 tengo entendido), pero lo
cierto es que aquí la narración fluye tan bien como en las mejores
páginas de Cena con amigos, Dengue o Acto de guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario