Historietas
de media estación
Hace un año y unos meses AUCH (Asociación
Uruguaya de Creadores de Historieta) publicó Verano, primer compilado de historietas creadas por sus miembros.
De calidad desigual –había al menos un par de historietas buenísimas, otro
tanto poco llamativas y una o dos francamente terribles–, ese libro resultó de
especial interés a la hora de constatar la emergencia y crecimiento de ciertos
historietistas –en particular Martín “Magnus” Pérez y Pablo “Roy” Leguisamo– y
mapear una buena porción de la escena historietística local. Ahora, la
publicación de Otoño, también
premiado por un Fondo Concursable en la categoría Relato Gráfico, nos permite
preguntarnos qué ha cambiado y qué se ha mantenido.
Para empezar, hay algunas firmas nuevas. O,
al menos, ausentes del compilado anterior. Llama la atención, por ejemplo, la
incorporación de Nacho Alcuri como guionista, junto al deslumbrante trabajo de
Santiago Vecino en el arte gráfico. Y otro nombre “nuevo” (en esta serie de
compilados, claro está, porque los seguidores de su trabajo saben que desde
hace no poco tiempo que publica en Uruguay) es el de Abel Alves, quien aporta
la mejor de las historietas presentadas en este libro.
De los que repiten se puede decir que su
trabajo se mantiene entre lo mejor que está produciéndose en nuestro país. Así,
Magnus –junto al veterano William Gezzio– aporta “Guerra secreta”, un relato
divertido sólidamente narrado tanto desde el guión de Magnus como desde los
dibujos de Gezzio. En Verano, además,
el trabajo de Magnus llamaba la atención por su opción de género (la más
visible entre todos los relatos, al inscribirse sin tapujos en la ciencia
ficción), pero en Verano, en cambio,
no sucede tal cosa, ya que otros de los creadores incluidos optaron por
trabajar ese mismo género. Es el caso de la ya mencionada dupla Alcuri/Vecino,
que propone en “Mecha” una narrativa cerrada sobre sí misma y hecha casi
exclusivamente de imágenes encadenadas vertiginosamente. A este trabajo, por
supuesto, le juega a favor la brevedad y el talento de su dibujante.
Siguiendo con los creadores que se repiten
en ambas muestras encontramos a Pablo “Roy” Leguisamo y a María Concepción
“Maco” Algorta, quienes proponen una hermosa historieta resuelta con gran
habilidad, anclada visualmente –con gran eficiencia narrativa, cabe aclarar– en
una perspectiva casi al nivel del suelo y centrada desde el punto de vista del
relato en un objeto perdido que pasa de mano en mano y de historia en historia.
La primera mitad de esta breve pero brillante historieta parece tratar
irónicamente el serendipity (a veces
se traduce como “serendipia”, y una aproximación a su significado podría ser el
de una suerte de coincidencia extremadamente improbable que logra tener un
efecto importantísimo en la vida de las personas a las que afecta) del título,
para luego restaurar el sentido más tradicional del término en la segunda
mitad, que conduce al lector a una resolución satisfactoria, casi un final
feliz.
También repiten Nicolás Rodríguez Juele
(como dibujante de un guión de Alceo Thrasyvoulou) y Gabriel Ciccariello, ambos
sólidamente. El talento de Rodríguez Juele como dibujante está más que probado,
y “El otoño es un linyera borracho”, la historia a la que aporta aquí sus
lápices, es una excelente muestra de su buen hacer. En el caso de Ciccariello
tampoco hay sorpresas; su aporte (“Una cabeza de muerto en un frasco”) toca el
tema del otoño quizá sólo tangencialmente pero, de todas formas, es una
historieta sólida, no de las más interesantes del libro pero tampoco la peor.
En cuanto a las nuevas incorporaciones,
destaca el aporte del ya mencionado Abel Alves, quien propone en “Mañana empieza
el otoño” una historieta cuya sola inclusión ya justificaría la compra del
libro. A su extrema economía de medios se suma una narración textual sugerente,
cercana al tono del célebre cuento “El extraño”, de H.P.Lovecraft, relato que
está en la matriz, por decirlo de alguna manera, de lo narrado por Alves. Si
bien la solución del escenario propuesto podría quizá estar mejor delineada –y
eso no quiere decir que no esté clara en la historieta tal como fue publicada–,
en cualquier caso lo mejor del aporte de Alves es el clima de ominosidad
construido con apenas algunas líneas y un uso magistral del espacio en blanco
en las viñetas.
El punto más flojo del Otoño es precisamente la primera de las historietas que compila,
“Delirio”, con guión y dibujos de Leonardo Silva. Si bien hay momentos
interesantes, en general se trata de un relato manido y por tanto lleno de
lugares comunes. El guión de Alceo para “El otoño es un linyera borracho”, a la
vez, si bien está lejos en cuanto a calidad del decepcionante comienzo del
libro, termina un poco diluido entre chistes más o menos graciosos, alguno de
ellos tontamente explicado, y da en general una impresión de ansiedad, como si
el guionista se hubiese esforzado demasiado en incorporar elementos que sintió
ingeniosos pero que, en realidad, no terminan cuajando en un buen aporte. En
cualquier caso, el limpio dibujo de Rodríguez Juele salva la historieta; del
mismo modo, quienes sigan los trabajos de Alceo podrán disfrutar aquí de los
elementos recurrentes de su producción, entre ellos cierta manera de trabajar
el humor y una gran abundancia de referencias a la cultura geek.
En cierto sentido, dado que de las siete
historietas incluidas en el volumen apenas una resulta, digamos, a todas luces fallida
o poco satisfactoria, Otoño da la
sensación de haber superado cómodamente el nivel de Verano y de convertirse, incluso, en un libro mucho más valioso y
disfrutable en su totalidad. En el prólogo que aporta al libro, el argentino
Andrés Accorsi señala que el otoño siempre le pareció “amargo”, “mediocre” y
“mezquino”; curiosa, acaso irónicamente, el libro que lo tomó como tema es
mucho más vibrante, arriesgado y generoso que su predecesor, centrado en el
mejor publicitado verano. De hecho, está claro que las mejores historietas de Otoño son mejores que las más
descollantes de su predecesor, a la vez que sus momentos menos interesantes
(“El otoño es un linyera borracho”, “Una cabeza de muerto en un frasco”,
especialmente “Delirio” y, si abstraemos el arte de Santiago Vecino, “Mechas”)
son muy superiores a las peores historietas de Verano. Es cierto que Verano tenía
más páginas y, por tanto, su muestra de historietas e historietistas era más
rica, pero, a la vez, sus momentos más flojos eran malísimos y amenazaban al
disfrute del libro, cosa que no sucede –más allá del comienzo dudoso– con este
nuevo libro propuesto por AUCH.
En cualquier caso, lo que muestra esta
compilación es una escena historietística vital, que sigue enriqueciéndose y
que ya cuenta con creadores de gran valor. Lo mejor de la nueva historieta
uruguaya, entonces, debe incluir en su nómina de autores a gente como Abel
Alves, Magnus y Roy, muy bien representados en las páginas de Otoño.
Publicada (en una versión ligeramente más corta) el 14 de mayo de 2014 en La Diaria
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