miércoles, 16 de julio de 2014

GAS3K.5, varios autores; Aullando a la luna, Peruzzo & González



Sagas, humor y Heavy Metal
 




Dragon Comics y Grupo Belerofonte son las iniciativas editoriales mejor establecidas de la escena historietística local, pero no agotan la propuesta de comics uruguayos de valía. Apenas por debajo –en cuanto a alcance y solvencia editorial– hay que nombrar a Ninfa Comics, con el guionista y dibujante Nicolás Peruzzo al frente, y al grupo GAS Comics, cuya cabeza más visible es el emprendedor guionista Martín “MaGnUs” Pérez, corazón de un equipo que incluye creadores de Argentina, España, Portugal, Estados Unidos y Suecia.
 
La última publicación de GAS es el compilado de relatos GAS3K.5, pero ya ha sido anunciado el libro infantil-juvenil Crononautas, a cargo de MaGnUs en guión y Federico “Taibox” Taibo Bassano en arte (de hecho en la web del grupo este trabajo puede descargarse gratuitamente). Se trata del segundo volumen publicado por el grupo, precedido por Grimorio del plata, editado el año pasado. En estos dos libros está especialmente clara la evolución del grupo desde una plataforma fanzinera o de edición amateur hasta el establecimiento de una editorial propiamente dicha, afortunadamente paralela con el crecimiento artístico de buena parte de los miembros del grupo, MaGnUs en particular. Así, GAS3K.5, todavía una revista amateur a nivel estético y formal, puede leerse como una suerte de “eslabón perdido” entre el espíritu más fanzinero y la zona más profesional del grupo, visible en sus dos libros. Y es un particular acierto de esta quinta edición de GAS3K la oferta de dos portadas diferentes, dibujadas por figuras de la talla de José Luis García López (dibujante, por ejemplo, de la novela gráfica Superman: Kal) y Duncan Rouleau (co-creador de Ben 10).
 
En cuanto a los relatos incluidos, es apreciable en términos generales una mejora con respecto a las cuatro entregas anteriores. Lo mejor de la revista es, casi con seguridad, “La tortuga y la liebre”, de Rodolfo Santullo (como guionista invitado) y Nahuel “Nahus” Silva (arte). Se trata de una historia narrada con solvencia y dibujada con la expresividad que caracteriza al trabajo de Nahus; sin estar entre lo más descollante del autor de su guión, se trata de un trabajo redondo, sugestivo y disfrutable.
El resto de la publicación, con la excepción de piezas breves (de una página) y en general humorísticas, consiste en nuevas entregas de series ya establecidas. El grupo GAS, está claro, tiene un afecto especial por las sagas y los universos ficcionales detallados. En el caso de la serie Imperiex Terra, que se nutre de la larga tradición cienciaficcionera del space opera (y, notoriamente, de la saga Dune, de Frank Herbert), en esta entrega de GAS3K se nos ofrece un relato titulado “Cazadores Casados”, enmarcado a su vez en el capítulo “Guerra Hegemónica III”. Lamentablemente, en esta saga no se ha producido hasta la fecha la cristalización, por decirlo de alguna manera, de la narrativa, y sí una proliferación de detalles y datos históricos de su mundo ficticio. O, dicho de otra manera, se insiste con el trabajo sobre el escenario pero se falla, recurrentemente, en ofrecer un relato de interés incorporado a ese escenario. 
 
Eso no sucede con otras de las sagas representadas en la revista. Así, Mi vida sin un jetpack ofrece coordenadas claras y un tono de humor que puede divertir o aburrir (en la experiencia de lectura de este reseñista eso funciona alternativamente) pero que siempre se mantiene fiel a su propuesta de autobiografía geek armada por la acumulación (y es en esto último que el proyecto cobra vida y se vuelve interesante en su conjunto) de anécdotas gráficas, armadas entre el chiste y la construcción de una vivencia o un recuerdo. Del mismo modo, Tiranos Temblad y Grimorio del plata han logrado alcanzar un nivel narrativo más sólido; en el caso de la última serie (que, como ya dijimos, ya ha sido representada por un libro), los relatos ofrecidos en GAS3K.5, “El entrenamiento del Sr.Gough parte 1” y “Milonga clandestina (Outlow country)” son sólidos en guión y arte; de hecho, en factura y buena resolución no están lejos de la ya mencionada “La tortuga y la liebre”. “El entrenamiento del Sr.Goguh”, incluso, tiene la virtud –no siempre visible en entregas anteriores de GAS3K– de convertirse en una excelente introducción a un capítulo nuevo de la serie a la que pertenece y, por tanto, dejar en vilo al lector con su desenlace (otra muestra del crecimiento de MaGnUs como guionista). En cuanto a Tiranos temblad, el capítulo ofrecido, con arte del veterano Gezzio y guión de Endriago, funcionaría mejor en un libro dedicado exclusivamente a esa saga, pero tampoco se convierte en un escollo al disfrute de la revista.

Aguante el metal
La más reciente propuesta de Ninfa Comics es Aullando a la luna, nueva entrega de la serie Relatos de Ciudad Fructuoxia; en este caso el guión es de Nicolás Peruzzo y el arte de Líber González, una notoria mejora en relación al libro anterior, Deje de afligirse, cuyo talón de Aquiles era, precisamente, la parte gráfica. En cuanto al guión, parecería por momentos dejar clara la existencia de dos zonas en la producción de Peruzzo, una más de corte autobiográfico, reflexiva y sensible (de la que el libro La mudanza sería una gran muestra), suerte de versión historietística de la literatura del yo, y otra más cercana a las raíces fanzineras y a una cierta narrativa pop, además orientada hacia un intento de narrar en contextos menos solipsistas (si se quiere usar el término) y más abiertos a incorporar lo histórico y lo social (en esta línea de lectura, la excelente novela gráfica Ranitas podría verse como una zona intermedia o “lo mejor de los dos mundos”), con buenas dosis de humor.
Aullando a la luna sigue la historia de una banda de metal que toca en la ucrónica “Ciudad Fructuoxia”, escenario ficticio recurrente en la obra de Peruzzo. Una exposición más satisfactoria de este relato haría necesario hablar de la serie completa (que va, ahora, por su quinta entrega) y su grupo de superhéroes uruguayos que funcionan tanto a nivel ironía con respecto a la identidad nacional más “oficial” como, acaso paradójicamente, a nivel de aceptación de alguna más o menos consagrada de esa identidad y la cultura que trae aparejada. Este relato en particular, en todo caso, destaca por su aparato de referencias al Heavy Metal y su historia, desde el Ozzy Osborne de Bark at the moon hasta la banda groove metal Pantera y el metal industrial. 
 
Peruzzo aporta un “Glosario de metal” hacia el final del libro, en un gesto que llama la atención e invita a reflexionar. Por un lado deja clara la preocupación del historietista y editor por establecer una comunicación satisfactoria con cualquier lector posible, pero, a la vez, también puede sentirse como innecesario y explicativo por demás. En cualquier caso, el tono en que están escritas las entradas de ese glosario y la información que se ofrece pueden ser interesantes en sí mismas. Por ejemplo, la observación de comportamientos de ciertos grupos de fans que muestra la última entrada, referida al metal industrial (subgénero del que Peruzzo señala que “encontró cierta resistencia en los bastiones más ortodoxos del Heavy Metal”), puede leerse en cercanía con algunas observaciones presentes en Ranitas en cuanto a una suerte de cartografía de las diversas culturas del rock y el pop. 

Publicada en La Diaria el 16 de julio de 2014

viernes, 11 de julio de 2014

El club de los ilustres - Conspiración en las sombras, Santullo & Hansz, y Zombess - El orbe del conocimiento, Abel Alves



Humor, Lovecraft y Batlle y Ordóñez

 

Este año la zafra de historietas (por llamar de alguna manera a ese primer momento del año en que, en torno a la convención Montevideo Comics, son lanzadas nuevas historietas al mercado) dejó dos libros que hacen del humor una parte fundamental de su propuesta. Se trata de El club de los ilustres – Conspiración en las sombras, de Rodolfo Santullo (guión) y Guillermo Hansz (arte), y de Zombess – El orbe del conocimiento, de Abel Alves (guión y arte), y ambos proponen nuevos relatos en series ya establecidas. 
 
En ese sentido, el libro de Santullo y Hansz ha de entenderse como una secuela directa de El club de los ilustres, publicado en 2012. Las mismas coordenadas de ese libro fundador de la saga aparecen en la segunda entrega, aunque para esta ocasión el guión deja un poco de lado los elementos más steampunk (corriente narrativa y estética originada en la ciencia ficción y basada en una extrapolación de la tecnología del vapor en la era Victoriana) e introduce un nuevo enemigo, cuya irrupción en el 1914 de ese Uruguay delicadamente alternativo (en el que Varela no murió en 1879 ni Delmira Agustini en el año en que transcurre este relato, y ambos –junto a Horacio Quiroga– integran un equipo de agentes secretos o, si se quiere, superhéroes) motiva el regreso a Montevideo de Quiroga y la reagrupación del equipo. 
 
En ambos libros es fácil la simbiosis entre el guionista y el dibujante; a un guión bien aceitado, con una narración fluida y un amplísimo panorama de guiños a la narrativa y la historieta de aventuras y superhéroes (por ejemplo, en la página 15 encontramos a Batlle y Ordóñez jugando al ajedrez con Lorenzo Latorre, villano del libro primero, como si fuesen Magneto y Charles Xavier, de X-men) se suma el impresionante talento de Hansz para el humor gráfico y los gags visuales. Su estilo, además, limpio y preciso, en la mejor tradición de Francisco Ibáñez (Mortadelo y Filemón), brilla por sí mismo en algunas de las mejores páginas del libro: la 14, la 39, las 42-43, con su reconstrucción de la batalla de Masoller, las 76-77 y la 78.
 
Conspiracion en las sombras es, en definitiva, un excelente añadido a la creciente (y sobria: Santullo evita la tentación de barroquizar su saga en una acumulación de referencias y elementos de historia alternativa, decisión que lo aparta saludablemente del modelo extremo de Alan Moore en La liga de caballeros extraordinarios) mitología de los Ilustres, ahora también con Luis Alberto de Herrera en la nómina de agentes.


La zombi sobre Innsmouth
El gallego Abel Alves es, sin duda, uno de los creadores más interesantes de la nueva escena historietística uruguaya. Como dibujante acierta siempre, en parte porque es evidentemente consciente de sus limitaciones y sus posibilidades –lo que no le ha impedido seguir creciendo–, y como guionista es capaz de trabajar cómoda y atinadamente en registros y tonos tan variados como los que encontramos en la historieta Sangre y sol (que cuenta con arte del entrerriano Nahuel Silva), el relato corto “Mañana empieza el otoño” (en el compilado Otoño, editado por la Asociación Uruguaya de Creadores de Historietas) y, por supuesto, la serie de Zombess. Como en el caso del segundo libro de El club de los ilustres, aquí las coordenadas son las mismas que dominan a la serie: humor, páginas con un remate gracioso en la última viñeta, referencias a la cultura geek, el cine de culto, los juegos de rol, el anime y, en particular, a las obras de H.P.Lovecraft y sus Mitos de Chutlhu. En el universo de Alves, eso sí, Cthulhu es Cthurro y el terrible Necronomicon es un libro “salido” (dirían los españoles) obsesionado con las tetas, pero estos detalles no empañan el hecho de que Alves se demuestra un gran conocedor de la narrativa de Lovecraft, en tanto esta nueva entrega de Zombess funciona perfectamente (humor al margen ahora) dentro de la lógica de todas los relatos lovecraftianos, en los que la amenaza del retorno de los terribles dioses primigenios está a punto de estallar (y cambiar la faz de la Tierra por lo tanto) pero es, eventualmente, disipada o, mejor dicho, postergada
 
Un añadido especialmente interesante a este libro aparece en las páginas 62-64, en las que el arte queda a cargo de Matías Bergara, uno de los dos o tres dibujantes más importantes de la nueva historieta uruguaya. El pretexto narrativo es que los personajes atraviesan un portal que los conduce al “Caos”, una suerte de dimensión paralela a la que ha sido arrojado Cthurro y en la que se enfrenta a la principal antagonista –en este libro al menos– de los personajes de la serie, generando un contraste especialmente vívido entre el arte trabajado en grises y tremendamente expresivo de Bergara y el dibujo estilizado y divertido de Alves. Vale la pena, además, destacar la cuarta viñeta de la página 64, en la que Bergara incorpora una impresionante referencia gráfica a animaciones como Dragon Ball.
Tanto Zombess – El orbe del conocimiento como El club de los ilustres – Conspiración en las sombras hablan, y con elocuencia, de la buena salud de la escena historietística local. Es de esperar entonces que estas series continúen (ambas, cada una a su manera, juegan a dejar en vilo al lector con sus últimas páginas) y que el panorama siga desplegándose en esta pauta de variedad y buen hacer crecientes que viene dándose desde hace ya unos buenos seis años.

Publicado en La Diaria el 11 de julio de 2014

miércoles, 2 de julio de 2014

Palabra, Sebastián Santana



Imagen y palabra



Desde el momento en que la escena historietística uruguaya está pautada por proyectos de marcada orientación editorial cabría pensar que el panorama se ha vuelto un poco conservador. Y se puede agregar que de alguna manera está bien que algo así suceda, no sólo porque otros encares del pasado, como la vía más fanzinera, la vía más under o contracultural, fallaron –de diversas maneras, y sin que esto quiera decir que no produjeron logros estéticos de tremenda importancia– en establecer una pauta creciente y evolutiva de producción, distribución y visibilización de las historietas, cosa que editoriales como Belerofonte y Dragón Comics están, notoriamente, logrando en este momento. Sus editores, por decirlo de alguna manera, pensaron también como hombres y mujeres de negocios: apostaron por productos dominados por una estética de la comunicación inmediata, la buena factura narrativa y gráfica y, un poco de la mano de iniciativas gubernamentales como los Fondos Concursables, cierto ímpetu de referirse a temas muy presentes en el imaginario público uruguayo, temas, digamos, “singificativos”. O, dicho de otro modo, el enfoque más orientado a las editoriales favoreció las historietas que hacen de lo estrictamente narrativo y de un arte siempre referencial un valor central. 
 
En esta línea de lectura de la escena historietística local, un libro como Palabra, de Sebastián Santana, adaptación de cinco cuentos de Henry Trujillo, llama la atención de inmediato. Publicado por Belerofonte y financiado por los Fondos Concursables, es, de manera bastante evidente, un título atípico en el prolijo catálogo de la editorial.
 
El primero de los relatos incluidos, basado en el cuento “La fuga”, es probablemente la pieza más narrativa del libro, una historieta silente que parece evocar la estética de la ilustración y la historieta de las últimas décadas del siglo XIX, algo cercano, digamos, al dibujo de The Yellow Kid.
Sigue una adaptación del cuento “Quasimodo”, en una bellísima estética art nouveau en el límite entre la historieta propiamente dicha y la narrativa ilustrada, con una fuerte impronta de los libros para niños de las primeras décadas del siglo XX. A continuación, el cuento “La madre Josefina y el Niño Jesús” le permite a Santana despacharse la mejor sección de su libro, una poderosa recreación en viñetas que evocan grabados y se acercan a la estética de algunas publicaciones asociadas a la Iglesia Católica a mediados del siglo pasado, adecuadamente vinculadas a un relato sobre milagros aparentes y odio. Aquí la narrativa está apoyada, más que estrictamente en las viñetas, en el texto dispuesto por Santana, pero la dimensión del relato por momentos cede (o, mejor, se nutre o dialoga) ante la fuerza expresiva de la tipografía, otro de los grandes aciertos de esta sección.
 
Acaso el momento más arduo del libro es la sección siguiente, que reconstruye el cuento “La mancha” con una estética desoladora e inquietante en la que tipografía, rotulación y texto se funden con el dibujo propiamente dicho para armar páginas cuya dificultad de lectura es, sin duda, parte de la experiencia de confusión y desorientación que hace a la historia narrada. Esta suerte de “poética de la forma expresiva” (para parafrasear al Umberto Eco exégeta de James Joyce) está también entre los momentos más interesantes y valiosos del libro de Santana.
 
La última sección, basada en “Gato que aparece en la noche”, está armada como un collage un poco a la manera de ciertas zonas de la producción de Dave McKean, incluyendo fotografías, texto en diversas tipografías y dibujos en apariencia descuidados o viscerales; tampoco aquí encontramos “historieta” en el sentido más clásico del término, con viñetas secuenciales y diálogo; de hecho, parece operar en la sucesión de secciones una suerte de dispersión de esa idea o concepción de lo historietístico, lo cual –además de la apelación a la historia de la historieta o la ilustración tan claramente presente en el orden de las secciones, especialmente las tres primeras– aporta una lógica (a su manera narrativa también) a la yuxtaposición de las secciones.
 
Palabra, entonces, merece ser considerado uno de los libros más interesantes publicados en los últimos años por una editorial uruguaya especializada en historieta. Así, y siguiendo la línea del primer párrafo de esta reseña, el libro de Santana enriquece notoriamente el panorama historietístico y ofrece una suerte de bastión de resistencia de una manera de hacer historieta, más experimental, si se quiere y, ante todo, más arriesgada, que sirve de contrapunto y complemento a la vertiente más narrativa y convencional. Ambas, entonces, hacen a la buena salud de la historieta uruguaya más reciente.
 
Es imprescindible, por último, mencionar el prólogo escrito por Horacio Cavallo, indudablemente uno de los escritores más importantes de la nueva literatura de nuestro país. Además de ofrecer una atenta descripción de las diversas estéticas movilizadas por Santana, Cavallo hace una lectura muy interesante de algunos de los acápites musicales de las secciones –en el orden del libro: “Push the sky”, de Nick Cave & The Bad Seeds; “Canción del vagabundo en Navidad”, de Darnauchans; “Muchacha campesina”, de Zitarrosa; “I see a darkness”, de Bonnie “Prince” Billy (Will Oldham); y “Tres deseos”, de Pequeña Orquesta Reincidentes– y, especialmente, ensaya una valoración de la obra de Henry Trujillo como la de un escritor que “marcó tempranamente a nuestra generación con su prosa” (p.8). Esa “generación” es la de Cavallo y Santana (ambos nacidos en 1977), pero podríamos extenderla, por supuesto, a la de tantos escritores nacidos más o menos por esas fechas (Rodolfo Santullo, Pedro Peña, Fernanda Trías, etc), y sería interesante buscar las marcas de las que habla Cavallo (que las propone como vinculadas a la “prosa” más que a otras dimensiones posibles como la anécdota, la ética del escritor, la relación entre relatos e ideas, todos elementos fundamentales para entender la interacción entre la obra de Levrero, por dar un ejemplo de indudable relevancia, y la producción de los escritores nacidos después de 1973) como manera de establecer vínculos de lectura y escritura entre la generación de Cavallo y la inmediatamente anterior, la de Henry, Peveroni y, acaso también, Rehermann, Hamed y Espinosa.

Publicada en La Diaria el 2 de julio de 2014